Historias,  Karibeño Rebelde

FRENTE GUERRILLERO SEIS DE DICIEMBRE

Karibeño Rebelde

Edición Nº 262


Raíces populares

El departamento del Magdalena cuna de grandes luchas habla de la pasión de un pueblo amante de la vida, de la decencia y la soberanía o autonomía nacional.. Quien se adentre en la espesura de la historia de este territorio comprenderá fácilmente el sentido de las luchas campesinas, obreras, juveniles y de mujeres en búsqueda de esas demandas colectivas desde los mismos tiempos de la resistencia de la nación Chimila.

De las hermosas y masivas luchas campesinas de las décadas de 1970 y 1980 nos podríamos aproximar a los orígenes del Frente Guerrillero Seis de Diciembre cuyo nombre significa continuidad de la gesta heroica de los Bananeros. Los pobladores del Magdalena, como bien lo dice la canción de Santander Duran Escalona, son de estirpe bullanguera y guerrillera, pilar de la nación.

Nos cuenta Amanda que “en el municipio de Plato se producía tabaco, por eso se consideraba zona tabacalera y allí el padre de ella era administrador de tierras de terratenientes y encargado de la recolección de la cosecha de tabaco que los campesinos cultivaban. El sudor del campesino tabacalero alimentaba los privilegios del terrateniente.

«Una explotación bárbara a la familia campesina y mi papá se encargaba de recolectar la producción y llevarla a la empresa», cuenta Amanda. El trabajo con las tabacaleras le dio a Atilio para comprar una casita en la cabecera municipal de de Plato, departamento del Magdalena. «Y nos mudamos todos allá».

Con toda su memoria puesta a volar a todo vapor, Amanda nos cuenta que “ cuando Atilio salía a entregar la producción de tabaco se ausentaba varios días de la casa. «Había una conexión con las organizaciones sociales de la región, de los trabajadores y maestros, campesinos y de una gente organizada que eran influidas por las ideas del Cura Camilo Torres, que se llamaban los Comandos Camilistas»

Comienza la explotación del Gas en el Magdalena. En los años 1980, cuando se extendió la exploración minera, particularmente de petróleo y gas, la Shell, empresa norteamericana, montó una sucursal en el municipio de Plato.

«Los trabajadores de la Shell iban a la casa de mi mamá para que les lavara la ropa. Había una relación entre mi papá y ellos que no sabíamos por qué era. Con la sucursal de la Shell llegaron muchos trabajadores de otras regiones y tuvieron que traerse a sus familias. Al municipio llegó un señor llamado Álvaro, con la familia, y mi papá le arrendó una habitación en nuestra casa. Nuestra casita estaba construida de bahareque o de barro con cañas cruzadas y tenía tres cuartos», nos comenta Amanda.

Mi padre, líder campesino y la toma de tierras

“Las ausencias de mi padre de la casa eran frecuentes en los momentos que se iba a entregar la cosecha de tabaco, esto fue tomando sentido en la medida que tardaba más en regresar duraba más en regresar”.

«Un día trajo un grupo de líderes que eran maestros y en la casa organizaron la Junta de Acción Comunal (JAC), mi papá asume la responsabilidad en la presidencia de la Junta del caserío, y también lo proponen en la asamblea de la comunidad para que sea el Inspector de Policía», cargo que rechazó, acota Amanda.

Había una relación de hermandad muy estrecha entre las personas de la comunidad, eran por igual explotados y marginados, sin tierras, con necesidades y familias numerosas que alimentar y con aspiraciones de vivir bien.

Entre los años de 1979 y 1980, Atilio se va para una recuperación de tierras en el municipio de Chivolo, departamento del Magdalena. Por allá dura un tiempo, mientras la mayoría de sus hijos se quedan en el municipio de Plato a la espera. En aquella recuperación de tierras había entre 80 y 85 familias, y una vez garantizada la estabilidad de las familias, Atilio se muda con parte de la familia.

Del municipio de Chivolo, la recuperaciones de tierras se extendieron al municipio de Tenerife y la zona de San Ángel, donde también participó Atilio ya como integrante de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC).

Bandas de Pájaros, paramilitares y se extienden las tomas de tierra

Relata Amanda. “Los pájaros hacían el trabajo de exterminio y mataban a los campesinos y líderes sociales por encargo de los terratenientes los que más tarde se convirtieron en los paramilitares, grupos privados al servicio de los terratenientes juntados con la Policía.»

Las mujeres formaban parte de las recuperaciones de tierra con niños y niñas, mientras que los hombres, cuando llegaban los matones se escondían, igual sucedía cuando se presentaban la agresión policial o del ejército. En algunas ocasiones llegaban, intimidaban y se iban.

Pero las recuperaciones se fueron extendiendo y se iba ampliando el territorio recuperado por los pobladores del campo en el departamento del Magdalena con más fuerza y solidaridad, a lo cual se fue despertando también mayor represión de los terratenientes.

En la zona de San Ángel se recuperaron enormes latifundios de dos mil y hasta de cinco mil hectáreas y más; en un Barrio participaron 600 familias en otra recuperación; en Oceanía se tomaron tres fincas, la del Pajal del Medio y San Miguel. Habían tierras extensas e improductivas y los campesinos ejercerían su derecho a la tierra.

En plena efervescencia por la recuperación de tierras, en la zona de la Palizúa llegaron varios camiones del ejército para desalojar tres tomas de tierras, en las Mulas, la Palizua y Canalete, donde habían de 300 a 400 familias». Eran tierras con apellido de gente poderosa, los Andrade.

Construyendo comunidad: las escuelas y los grupos culturales

Las recuperaciones de tierras iban constituyendo un cuerpo social comunitario, sembrando la vida en colectivo. Poco a poco fueron organizando las escuelas para los pelaos con participación de maestros o jóvenes que recién habían terminado bachillerato. Cada vereda construía un rancho, las bancas -sillas- de madera y los tableros -pizarras-, cada quien aportaba de acuerdo a su experiencia y capacidad.

El día que se iba a construir la escuela se convocaba a una asamblea a toda la comunidad. Todos debían asistir para dar su aporte. Los más pequeños -los niños y las niñas- a barrer el espacio de la escuela y los más grandecitos a ayudar a clavar los postes de madera. De esta manera entre todos construíamos las primeras escuelas y comenzarían a funcionar en las tres zonas de las recuperaciones», rememora Amanda.

Recuerdo que con las escuelas se organizaron los grupos culturales que ambientaban las actividades de la comunidad campesina y sus organizaciones. Se crearon los grupos culturales veredales a la vez se juntaban para formar los comités culturales municipales. En los comités municipales se programaban las celebraciones de las fechas conmemorativas y se hacían actos político-culturales.

La represión

En 1983 comenzó la represión masiva contra todos los dirigentes campesinos. Entraban los pájaros – policías y militares vestidos de civil- para intimidar, perseguir; la gente resistía.

Entre febrero y marzo los policías mataron los tres primeros dirigentes en la región de Oceanía: Domingo Barrios, Rito Santana y otro líder del movimiento de cuyo nombre no recuerdo. Los campesinos haciendo resistencia, arrebatan dos carabinas a la policía.

Otro hecho fue el asesinato del líder campesino Anguito en la Palizúa, en el caño de las Mulas, a manos de un jefe de los pájaros que se llamaba Armando Gámez quien comandaba un grupo de 15 a 20 hombres armados con fusiles R-15.

Los hombres de Gámez llegaban a los ranchos y lo quemaban todo. Pero los campesinos, una vez más en resistencia y conscientes de su lucha, se enfrentaron a los pájaros y matan a Armando Gámez haciendo justicia.

Desde los hechos de Oceanía las persecuciones se hacen parte del día a día. Mi padre quedó expuesto ante los medios de comunicación social, detalla Amanda, a la vez que describe la manera de actuar del movimiento campesino ante el incremento de la represión. Se organizaron marchas hacia Santa Marta – ciudad capital del departamento del Magdalena- con capacidad de movilización de cicon mil campesinos, con participación de líderes de los departamentos del Atlántico, Cesar, Bolívar, obreros de las zonas bananeras y estudiantes.

Las movilizaciones dejaban evidente el origen del conflicto: la injusta distribución de la tierra y la tenencia ociosa de grandes extensiones de tierra por un grupo de terratenientes, y una población campesina cada vez más consciente y decidida a recuperar la tierra pa quien la trabaja.

Nace la resistencia armada guerrillera

La tenencia y concentración de la tierra, a través del robo y saqueo ha sido uno de los origen del conflicto social que vive toda Colombia, desde la conquista hasta el día de hoy.

La represión, persecución, asesinatos y amenazas se hicieron política de Estado entre 1970 y finales de 1980, pues los terratenientes controlaban o influían en el Gobierno y por lo tanto, harían uso de las fuerzas armadas y la policía, para mantener el control de extensos territorios, como sucedería en el departamento del Magdalena.

No queríamos que nos masacraran más, afirma Amanda, sopesando los hechos que la llevaron a formar parte del proyecto de creación del Frente Guerrillero Seis de Diciembre. “A mí me dicen que vaya a pasar una experiencia de lucha en otra región de Colombia y me prepare para la resistencia armada”. Una experiencia que demoró año y medio, desde el 1985 a mitad de 1986, año en el cual retornó a la región, detalla.

La vinculación de Ómar al espacio rural

Ómar Chimila es uno de los fundadores del Frente Guerrillero Seis de Diciembre. En este relato nos revela pormenores de cómo fue su vinculación a la Guerrilla y la primera marcha, también algunos hechos militares.

Ómar nos narra: “con los compañeros de la Universidad del Atlántico, aprendimos a fabricar las bombas Molotov, fueron las primeras enseñanzas. Hice trabajo cultural urbano eso nos permitió estar con las barriadas populares”.

También desde el arte y la cultura comenzamos a organizar círculos de estudio y trabajo político en donde agrupamos a los jóvenes, se contaban más de cien o mejor ciento y pico. En ese trajín nos fuimos encontrando con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) por ser una organización al servicio de los pobres.

Sufrí persecución por ser exponente de un arte liberador lo que me llevó a la clandestinidad y, como estudiamos mucho de noche amanecíamos estudiando en alguna casa y de allí directo al camello (al trabajo). Fuimos creando en nuestra mente la necesidad de impulsar la lucha guerrillera en la Sierra Nevada de Santa Marta, así como lo hicieron los revolucionarios cubanos impulsando la lucha guerrillera desde la Sierra Maestra.

El responsable en ese momento del núcleo guerrillero urbano era Adrián, quien me contacta con el compañero Cato, que es un campesino militante de base. A finales de 1985 llegó donde Cato quien me lleva hasta una región del Magdalena. En esa región comencé a desarrollar un trabajo de milicia, a organizar colectivos y la lucha contra los terratenientes de ese tiempo, los Paternostro, los Duque.

Primera marcha guerrillera

Estuve con los compañeros de esa región. En esa etapa se aparece el compañero Ramiro Vargas, a mediados de 1986. El compañero nos desarrolla un taller y nos informa cuál es el propósito. El propósito era realmente construir un frente guerrillero en la Sierra Nevada. Allí estaba el compañero José, del trabajo cristiano del departamento de Bolívar, también Atila, el compañero Ramón y yo. Teníamos unos revólveres, una munición, unas escopetas. De allí salimos con la misión de penetrar hasta la Sierra Nevada.

Las armas las transportamos en unos sacos de yuca en el carro que cubría la ruta y la llevamos hasta Fundación. De Fundación nos montamos en un bus de Coopetran y nos bajamos en el punto llamado El Uvito. Allí nos recogería un carro para entrar hasta la zona, en eso estaba el compañero Aníbal, que era el que venía y el compañero José. Con ellos venían dos compañeros más, que era el compañero Antonio y Evelio, que eran un aporte del frente guerrillero Luís José Solano Sepúlveda.

Estando yo en la región del Magdalena, como un mes antes, ya había subido a la Sierra Nevada un equipo de compañeros que hicieron una exploración, hicieron una descripción del terreno, que fue la que nos guió a nosotros: ¿cómo era el terreno?. Un territorio quebrado. Ya nosotros íbamos con una visión de ese trabajo que habían hecho los compañeros, entre esos estaba el compañero Reinaldo o Ramón (El Chimilo), venían dos compañeros enviados del Frente suburbano de Cartagena y el compañero Aníbal del frente urbano de Barranquilla.

Fue en 1986 cuando nos fuimos a la Sierra Nevada por orientación de la Dirección Nacional, trasmitida por Ramiro Vargas. De la parte plana salimos el compañero Atila, Ramón, José, Evelio, Antonio y yo.

En el sitio de El Uvito, donde esperamos a los compañeros que llegaron en un Jeep, nos trajeron todo. Los morrales eran unos sacos de polipropileno y las cargaderas eran guruperas de burro, con eso armamos el morral. La carpa era un plástico, allí echamos la comida y tuvimos que meter las ollas, los cucharones, la bandeja, la ropa que cargábamos. Las armas que teníamos eran un revólver cada uno con 50 tiros.

De allí llegamos a El Saltillo, el carro se regresó y empezamos la marcha guerrillera hacia la Sierra Nevada. Teníamos como vaquiano al compañero Ramón, que era un indígena chimila y conocía el terreno. Esa fue una marcha sin encender luces, el único era el compañero Ramón, quien iba de campesino; el resto lo seguíamos a él, toda la noche caminando.

Llegamos al primer punto para quedarnos, a este punto lo bautizamos Campo sin sal, porque fue una de las cosas que se nos había quedado, la sal. Cuando ya eran las cuatro de la mañana teníamos que irnos así sea a mitad de cerro y nos escondimos porque ya comenzaban a transitar los campesinos.

El compañero Ramón, por su capacidad de indígena, olfateaba donde había agua, conseguimos un manantial e hicimos comida, cocinamos un arrocito con sardina, la comimos simple. Cuando eran las seis de la tarde, apenas fue oscureciendo, nos fuimos preparando para seguir avanzando. Avanzamos de noche hasta que llegamos a la orilla de un río. Me acuerdo yo que ese fue el río Garupal; allí nos mantuvimos, hicimos comida, nos bañamos por primera vez.

En Garupal un campesino nos vio y tuvimos que hablar con él, darle una charla, y el campesino nos guardó el secreto. Nos mantuvimos escondidos y por la noche seguimos avanzando hasta llegar a la parcela donde trabajaban unos familiares de Ramón. Recuerdo que a nosotros, los que veníamos de la ciudad, nos daba “la pálida” (desvanecimiento) subiendo los cerros.

Llegamos como a las 11 de la noche. Dormimos en la casa y como a las cinco de la mañana nos fuimos para una bola de monte que había cerca. Armamos un campamentico y el compañero José nos dio un taller de una semana sobre crítica y autocrítica, planificación y evaluación, y los Principios organizativos del ELN, y también sobre los Principios Político Ideológicos.

El Trabajo político casa a casa

Por la zona nunca había estado guerrilla, tuvimos que preguntarle al primo de Ramón si cerca había alguien de confianza y nos dice que sí, que hay un campesino como a tres horas de camino. No importa, dijimos, vamos pa allá.

La segunda casa de base política era la familia de la compañera Nidia, quien fue la primera mujer que incorporamos en el Frente.

Ese diciembre, la pasamos en la casa de un compañero de base. Éramos Elena, Antonio, Atila y yo. El compañero José había salido a buscar relaciones para ver cómo conseguía compañeros para ingresarlos a la naciente guerrilla. En eso mandan a Mario, del Atlántico, que lo habían enviado de los grupos urbanos como logística y terminó quedándose con nosotros.

Ramón nos acompañó hasta ese diciembre. Él tenía a la mujer por allá en el Magdalena y a la hijita. Le cayó la falta de mujer y ese día amaneció aburrido. Para que no se fuera a desertar tuvimos que decirle que se fuera, y luego se va Evelio y Antonio que habían estado prestados por un tiempo. Quedamos nada más Atila, Mario, José y yo.

En unos trupillos teníamos el campamentico, en unos potreros. Allí pasamos ese 31 de diciembre y escuchábamos a la gente por allá parrandeando y nosotros allí solitos. Hicimos un acto cultural. Me acuerdo que yo dirigía el acto cultural y participó Atila con la canción «Chíngala Mariana, chíngala Mariana, la Mariana Chinga; fresca mi morena, fresca mi morena como una lechuga», que eran canciones que nos había enseñado el compañero José.

Compartimos unos caramelos y una botella de vino que teníamos, y a lo que dieron las seis de la noche ya todo el mundo a acostarse.

El siguiente año van llegando los compañeros que vienen del Armando Cacua, Armando, Duvis y el compañero Ricardo (el famoso Yayo). Del Parmenio llegaron Camilo y William.

Luego se incorpora también un compañero que venía de la escuela del Camilo Torres, de nombre César, que era de los lados de Fundación. También se vincula el compañero Darío. Entonces éramos José, Atila, Mario, Duvis, Armando, otro compañero que no recuerdo el nombre, Camilo, William, César, Andrés Barrios y Darío.

También se vinculó al trabajo el compañero Aníbal, ‘El Profe’, que era el motor de todo esto. Él estuvo también, desde un comienzo, en el trabajo del Magdalena y en la planificación de la construcción del frente guerrillero.

En esa dinámica nos ayudó mucho para ganar la confianza del campesino la permanencia de Atila, quien además de dirigente campesino en el Magdalena, venía de una experiencia de odontología; aunque era un mal odontólogo, porque en vez de sacarle la muela a los campesinos lo que hacía era que los torturaba, les sacaba la “quijá” (los maxilares).

Él les sacaba la muela, pero la persona quedaba con la boca hinchada y al día siguiente había que mandarlo para el pueblo.

Lo cierto es que siempre tratábamos de ayudar al campesino; que si tenía alguna fiebre le dábamos una pastilla (una capsula), esa era una forma de nosotros abrir el trabajo. La parte de salud, la charla con el acompañamiento, compartíamos la comida con ellos, ellos hacían la comida y nos compartían.

Ya cuando nos expandimos éramos casi 12 y comenzamos a hacer acciones, nos dábamos a conocer en la región y el enemigo comienza a penetrar el territorio.

La primera emboscada

Me acuerdo que en ese tiempo fue cuando meten la contraguerrilla en la Sierra Nevada y se hacían nombrar los ardillos, cada uno llevaba una cola de ardilla y a donde llegaban colocaban una bandera negra con una calavera y dos huesos atravesados en forma de equis.

Desde que la contraguerrilla entra a la zona comienza a maltratar a los campesinos. Los campesinos salían botando sangre por la nariz, por los oídos, por la boca; los mandaban para el pueblo botando sangre. A nosotros nadie nos paraba bolas, nosotros existíamos, pero nadie nos paraba bolas.

A nosotros nos tocó accionar al ver que el ejército enemigo estaba golpeando a los campesinos. Habíamos hecho un niple (granada casera). Escogimos un sitio, y todas las mañanas le hacíamos, estábamos en un filo y mirábamos si estaban o no, hasta que un día salieron y nosotros dijimos: Vamos a atacarlos.

Y nos le pegamos para salirle a un sitio pero no pudimos porque cuando nosotros íbamos saliendo, ellos también iban saliendo. Nos tocó ocultarnos en medio de un pasto y dejamos que pasaran.

Cuando pasaron entonces nos fuimos por arriba para salir a otra zona que se llama No te pases, y el ejército se queda en un sitio conocido como Campana. Nosotros llegamos nos emboscamos en No te pases.

Llegamos a una casa campesina y nos dijeron que habían agarrado hacia arriba. Ya les habíamos agarrado la rutina, ellos siempre salían entre las ocho y media a las nueve de la mañana. Dormimos cerca de esa casa campesina. Arrancamos como a las dos de la madrugada. Encontré un barranco en la carretera que tenía un cruce y dije éste va a ser el sitio.

Pam pum reventó la vaina

Yo cargaba en ese tiempo un cordel, nos montamos arriba del barranco y amarro el niple con el cordel y lo dejo para así soltarlo para cuando pasara la tropa y ¡pan!

El compañero José cargaba una UZI, Nidia y yo un revólver, Daniel tenía una pistola y Darío la escopeta. Daniel y Darío eran los que iban a reventar. Al ratico sentimos los pasos de la vanguardia del Ejército y al ratico otro tanto. Iban silbando contentos porque ya habían jodido a los campesinos de arriba.

“¡Dispara!, ¡dispara! Vamos a atacar nosotros”, gritamos de un lado. Bueno, vamos pa’ esa, respondió José y se rompió la aparente monotonía. El primero que hace el rafagazo es José y a la par detoné el niple y se forma esa plomera hijueputa, y nos replegamos por toda una cerca hacia arriba.

Cuando estábamos en la cima, como la tropa estaba partida, nos dimos cuenta que una mitad le disparaba a la otra mientras ésta le respondía, y mientras ellos se daban nosotros avanzamos.

Bajamos por un camino, llegamos a una casa campesina y pedimos agua; les preguntamos si habían visto a algunos compañeros y nos dicen “allá arriba van, ve”, señaló con el índice un campesino.

Iban delante de nosotros; y nosotros esperándolos. Entonces les gritamos y subimos a otro filo, el Ejército iba subiendo y cuando estaban arriba le gritamos: ¡Ejército de Liberación Nacional! ¡Ni un Paso Atrás, Liberación o Muerte!

El comandante nos contestó: Elenos hijos de puta, vengan pa’ que vean”. Nosotros les decíamos: Vénganse, vénganse pa’ que vean, asesinos de campesinos, por qué no se unen a nosotros.

Ellos pensaban que teníamos preparada otra emboscada. Hasta que los militares se bajan y nosotros nos replegamos también. Al día siguiente los campesinos nos dicen que llevaban un herido, uno puyao por la barriga y otro en la pata, iban putos porque salieron jodidos.

Desde esa vez, todos los campesinos alegres comenzaron a buscarnos para que les resolviéramos los problemas. Comenzamos a ganar reconocimiento por esa acción, eso nos hizo crecer.

Los campesinos de base política nos habían enviado antes unas carabinas M1 que se habían recuperado en Oceanía; luego nos llegó el Garand que nos mandaron de Barranquilla. Nos fuimos armando poco a poco.

Luego hicimos una acción por los lados del municipio de Bosconia. Llegamos a una zona de este municipio en donde se emboscó a un grupo de delincuentes que estaban armados, recuperamos unas pistolas. También a unos paramilitares que estaban penetrando a la zona, pararon en una estación y también los asaltamos y les recuperamos unas armas y así nos fuimos armando y copando nuevos territorios.

Rumbo a la Guajira

Con el tiempo me mandan a comisionar con Julio para abrir trabajo hacia la Sierra Nevada, por la parte de La Guajira. Es cuando nos metemos por Sabanas de Joaquina, Cerro el Lago, Sabanas de Manuela, fue cuando nosotros empezamos a coordinar con los compañeros del EPL (Ejército Popular de Liberación) que en ese tiempo operaban en la zona; coordinamos y comenzamos a hacer trabajo por esa región.

Eso fue un trabajo de construcción de base social, creando las condiciones para lo que después se llamó Frente Guerrillero Gustavo Palmesano. El nombre del frente viene del compañero dirigente obrero de los trabajadores del carbón, que cayó en combate.

El fundamento del guerrillero es su formación política ideológica”

Compañero Atila es uno de los fundadores del Frente Guerrillero Seis de Diciembre. Nos acercamos a él en una cálida mañana para refrescar nuestra memoria insurgente. En su larga trayectoria de vida en la comunidad del ELN en su diálogo nos hace énfasis en la formación política e ideológica como pilar fundamental para la lucha armada liberadora. Dice que la formación es como el agua alimento vital para la vida guerrillera.

Hombre del campo y dirigente agrario se hace guerrillero, al igual que miles de personas, obligado por la violencia del poder oligárquico terrateniente. En su peregrinar por décadas en las montañas de la Serranía de la Nevada de Santa Marta cosechó innumerables victorias. Su fortaleza en la consciencia y la valentía para encarar la dureza de la vida guerrillera se puso a prueba en muchos combates.

El rigor de la lucha y la consciencia para sumarse a ella, le produjo lesiones en su cuerpo y no obstante de ello siguió siendo un ardiente guerrillero diciendo que sólo la muerte le apartarla del camino de la lucha, su razón de vivir.

Antes de formar parte del Frente Seis de Diciembre, se preocupó por estudiar y comprender la historia de país. Nos dijo de manera firme que la experiencia y destreza militar que pudiéramos tener de nada nos iba servir, sin estar acompañada de la formación política. Si ella no sabríamos para dónde íbamos a seguir echando el barco en los momentos difíciles.

El carro de la primera marcha: un J-WVM

Mientras Virgilio Barco asumía la presidencia en Bogotá el 7 de agosto de 1986, en un viejo Jeep WVM (Willy Vuelto Mierda) de la década de 1950, con la latonería hecha chatarra, que sonaba a la pisada de las llantas a cada hueco, nos trepamos a la Sierra Nevada la primera comisión que fundaría el Frente Guerrillero Seis de Diciembre.

Con el compa Ómar al volante, el viejo carro Willy entró por la vereda Quebrada Arenas del municipio de Copey y siguiendo la ruta subió hasta El Saltillo, donde el resto de la comisión desembarcó para terminar el recorrido a pie, por trochas, hasta una finca cercana al cerro La Piña.

Contra todo pronóstico el carro Willy del compa Ómar funcionó a la perfección, sobre todo en las subidas de lomas. Su estropeada latonería pasó inadvertida por los controles policiales, y es que los muchachos no iban de excursión, llevaban municiones y un par de pistolas, plásticos para armar carpas, hamacas, unos «saquitos plásticos» con pretales de cinchas de burro que servían para hacer de morrales, y un poco de comida.

«Era una chatarra, pero todo un carrazo que utilizamos de esa forma para pasar desapercibidos», recuerda sonriendo Atila, quien formó parte de la comisión fundadora y expedicionaria del Seis de Diciembre. «Era todo lo que necesitábamos en ese momento para poder hacer el trabajo político organizativo y reconocimiento del terreno».

Atila conocía parte de la Sierra Nevada, pues había participado en luchas sociales y visitado a familiares en otra oportunidad. El Chimilo, oriundo de la Palizúa, en la planicie de Magdalena, estaba más familiarizado sobre el terreno.

Atila había comenzado la lucha revolucionaria desde el año de 1982, cuando participó en la toma del predio La Pola, en la vereda del mismo nombre, en la región del centro del departamento del Magdalena. Fue un proceso rápido dada sus capacidades de organizador que lo transformó en un líder regional, solidario con las luchas similares de Oceanía y la Palizúa, luchando al lado de los destacados dirigentes Augusto Montes y Calixto Pérez.

Con ellos y con otros dirigentes del departamento se adentró en el estudio de la historia de Colombia, la lucha de clases, los orígenes del conflicto social y de la explotación; a la vez que apoyaba la creación de las escuelas para los niños y jóvenes hijos de los campesinos del Magdalena.

Con los estudiantes de la ciudad que ayudaron con la conformación de las escuelas, organizó estudios clandestinos sobre los documentos del ELN, que lo llevó en lo inmediato a participar en una reunión obrero campesina en la vereda Las Panelas y decide ingresar a la lucha guerrillera, junto con el compañero Ramón o El Chimilo.

El mismo empuje con que se volcó a la organización campesina y la recuperación de tierras en el Magdalena, fue el mismo que se le conoció en toda su vida en el frente Seis de Diciembre.

Primeros fusiles y la primera retención económica

«En ese trance hicimos la primera retención económica, ya con el apoyo de armamentos que venían del recién constituido Frente Jaime Bateman Cayón», precisa Atila. «A mí me tocó el traslado de los fusiles que se iban a utilizar para esa tarea, dos fusiles FAL».

Ese fue el armamento que utilizaron en la retención, más tres armas adicionales, una escopeta que habían recuperado en el centro del Magdalena, y dos carabinas M-1. que los campesinos de Oceanía lograron arrancarle a la policía cuando eran reprimidos..

La recuperación de estas dos carabinas M-1 fue en esa agresión de la policía en donde murieron dos campesinos y cuatro policías. El dirigente Francisco Javier Castaño las tenía encaletadas, y como no sabían cómo hacer caletas, las metieron en unos huecos de agua. «Se averiaron un poco, pero a la larga nos sirvieron porque funcionaban en perfectas condiciones», puntualizó Atila..

El naciente Frente 6 de diciembre en ese entonces también contaba con dos fusiles Garand, enviados desde Barranquilla que fueron quitados al Ejército gubernamental en una operación en la Base Militar. Una historia cuenta que con estos fusiles, en unos combates con el Ejército, se logró derribar un avión que bombardeaba sobre el campamento guerrillero.

Eran finales del año de 1989 y ya el Frente tenía organizado el cuerpo de milicia de apoyo a la guerrilla, con más de 30 milicianos. Entre las tareas que recuerda Atila, están las de saboteo a los centros electorales y de defensa a los dirigentes de las recuperaciones de tierra.

Del fortalecimiento de las milicias, entrada la década de 1990 y cuando se presenta la crisis de división en el ELN con la aparición de la Corriente de Renovación Socialista, Atila es enviado a fortalecer el Frente Domingo Barrios en la zona plana y de humedales del Magdalena.

Una guerrillera kanguama en el Frente Seis de Diciembre

Estamos ante la presencia de la Comandante Patricia, actual miembro de la Dirección del Frente de Guerra Norte. Ella nos dice con orgullo y altivez que es una de las guerrilleras Kankuamas heredera de un espíritu de libertad y de buena vida en comunidad donde se respira justicia social y ambiental construido desde economías comunitarias y familiares, que ha perturbado y sometido a crisis por las políticas neoliberales de la oligarquía.

Ella nos cuenta de su proceso de incorporación y de lucha, de las motivaciones y aliento de la esperanza.

En la sociedad colombiana como en la guerrilla insurgente del ELN la participación de la mujer ha sido fundamental para propiciar cambios sociales y resistir el aniquilamiento promovido por la clase dominante -histórica y culturalmente conservadora, reaccionaria y patriarcal.

Como en la sociedad toda, el papel y responsabilidad de la mujer dentro de la guerrilla ha ido en ascenso y hoy ocupan destacados lugares de liderazgos. Entre los años 1970, 1980 y 1990 fue un tanto limitado en número y participación, y aún más, en áreas de desempeño. La política, y la realidad hoy dentro del Ejército de Liberación Nacional, tiene otro rumbo marcado por la igualdad y la equidad en sus filas.

El impacto inicial

Patricia, o simplemente Pati, como algunos compañeros la llaman, antes de ingresar a la guerrilla admiraba ver a otras mujeres armadas del ELN recorriendo el caserío donde vivía. “Eso me impactó y fue naciendo en mí la idea de incorporarme al ELN, ya que quería estar como ellas, con un arma, con botas y equipo al hombro», recuerda.

“Desde que me incorporé me preocupé por mi formación política e ideológica; y en lo militar, ya que los compañeros me daban la oportunidad en medio de tantos compañeros machistas”.

Ahí van los muchachos

Cuando tuve mi primer contacto con la guerrilla, exprese las mismas palabras con que el comandante Nicolás Rodríguez Bautista titula su hermoso libro “Papá, ahí van los muchachos”. Yo Sabía de la guerrilla, escuchaba hablar de la guerrilla y cuando los vi por primera vez a tres guerrilleros pensé: estos son los muchachos.

Los tres guerrilleros que conoció directamente eran el entonces comandante Eduard Atencio, Agusto Montes y el compañero César, quienes salieron del monte para conversar con la población del caserío en el territorio colectivo indígena. Nos reunieron para dar una charla y explicar el porqué andaban en el monte y armados, y los objetivos de la lucha armada revolucionaria.

Después de este primer contacto, me incorporé a un grupo de estudio y trabajo (GET), por medio de una amiga mía que ya tenía sus vínculos con el ELN.

De día estudiábamos clandestinamente «en el monte»; de noche, repartíamos un periódico en la población muy cerca en donde había un puesto de policía. Esto fue llenando de estímulo mi acción.

En la vereda Las Gallinetas, en Campo Bruja, pase mi primer taller como miliciana conviviendo ocho días con la guerrillea. De allí en adelante comencé el trabajo miliciano en la comisión del compañero César, haciendo actividades deportivas como la conformación de un equipo de fútbol integrado por mujeres.

El 9 de abril de 1994 me incorporé definitivamente al grupo armado en la región de Murillo, en la misma comisión que venía integrada como miliciana pero ahora bajo la responsabilidad de los compañeros Vladimir y Leonel, dos fogueados y combativos guerrilleros.

Mujer, madre y guerrillera

Mujer guerrillera, madre y mujer. Así soy y me considero y pienso hoy igual que hace 20 años: ingrese a la guerrilla siendo mujer lo que es un reto difícil por lo que implico asumir responsabilidades, conformar una relación sentimental, tener hijos y formar parte del liderazgo o la conducción.

Tener una relación sentimental en donde la pareja se proyecte de manera clara sin opacar el uno al otro es uno de los asuntos difíciles dentro del ELN por que aún pesa mucho la pesada herencia del patriarcado.

Pero cada día somos conscientes de nuestro compromiso histórico con el pueblo, por eso he tratado de mantener una pareja estable, que me permita mi trabajo de conductora; tener mis hijos y continuar dando lo mejor de mí al ELN y al pueblo.

Acá uno es un guerrillero más de la organización y se avanza en construir la importancia de los principios de igualdad y equidad dentro del ELN. Ya hasta hablamos en el ELN un lenguaje de equidad inventando la palabra compa que se utiliza para referirse tanto a la mujer como al hombre y la diversidad sexual.

La mujer de combates militares

Cumplido los tres años de ingreso ya era premilitante y en el 1999 pase la primera escuela de militantes en el Cerro Pintado, en el departamento de la Guajira. Era por entonces mando de escuadra de la Compañía Héroes de las Bananeras.

Fue un proceso difícil porque los mandos se medían por el arrojo en el combate. Algunos compañeros mandos medios o de escuadra, o combatientes, no aceptaban que una mujer los condujera, a mí me tocó porque estaba en la fuerza militar.

Me adapté rápido a caminar a oscuras, con lluvia, cargando el arma y el equipo completo incluyendo la comida; a los constantes entrenamientos, los operativos del Ejército y los paramilitares, y a las marchas largas ya que la comisión a la cual estaba asignada tenía su campamento lejos del centro de operaciones del responsable político del frente guerrillero. Siempre debíamos hacer cruces de cinco o seis días para evaluar los planes y tareas.

Con el desarrollo de la guerra en la década de 1990 se dio también el crecimiento de las estructuras guerrilleras del Frente de Guerra Norte. Para 1997, formo parte del recién creado destacamento guerrillero con tres escuadras, y entre deserciones de unos y la muerte de otros, asumí una responsabilidad en la conducción del destacamento.

Fueron dos años de fogueo. Cuando se conforma la Compañía Héroes de las Bananeras, que operaba en la Sierra Nevada en la parte baja del Magdalena, la guerrillera kankuama que hacía poco tiempo se había vinculado como miliciana del ELN, era parte de la conducción de una estructura militar con buena capacidad de combate.

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