Karibeño Rebelde

ADOLESCENCIA Y JUVENTUD POTENCIA DE UNA COLOMBIA DEMOCRÁTICA

Por Luis Carlos Guerrero

Comprender la dinámica social, política e ideológica de la sociedad colombiana es un punto de partida necesario para entender la situación de la juventud colombiana. Esta vive inmersa en una sociedad que la moldea e influye en su situación. Comprender y conocer como está la sociedad de parte de la juventud es también una apertura a la posibilidad para que desde una acción sostenida de ella, como sujeto social, actúe para favorecer cambios sustanciales en la sociedad, que conlleve a un fin posible, la dignificación de la vida humana.

Ha sido el conocimiento crítico, alimentador de una praxis, de la juventud lo que ha conducido a que juegue un papel activo en Por Luis Carlos Guerrero

Comprender la dinámica social, política e ideológica de la sociedad colombiana es un punto de partida necesario para entender la situación de la juventud colombiana. Esta vive inmersa en una sociedad que la moldea e influye en su situación. Comprender y conocer como está la sociedad de parte de la juventud es también una apertura a la posibilidad para que desde una acción sostenida de ella, como sujeto social, actúe para favorecer cambios sustanciales en la sociedad, que conlleve a un fin posible, la dignificación de la vida humana.

Ha sido el conocimiento crítico, alimentador de una praxis, de la juventud lo que ha conducido a que juegue un papel activo en la historia de Colombia contribuyendo de manera generosa a producir gestas y un sin número de acontecimientos de grandes significados sociales, colocándose de manera entusiasta a la vanguardia de muchas transformaciones. La energía, vitalidad y el entusiasmo de la fuerza juvenil ha recorrido el territorio de la patria contagiando alegría. La historia es testigo de ese aporte invaluable desde el ser joven.

En todas las batallas por la dignidad humana, en la hermosa lucha por una sociedad amorosa, rebozante de vida y alegría ha estado presente el rostro juvenil poniéndole el pecho a la decisión de sembrar desde el presente, el futuro. Una gran porción de los mayores y las mayoras que empuñamos y ondeamos todavía las banderas de una Colombia llena de justicia social, de vida buena y democracia iniciamos ese camino de lucha desde la vitalidad y compromiso juvenil.

No tenemos ninguna duda. Las posibilidades de un cambio a fondo de la sociedad colombiana reside en el compromiso vital de una fuerza juvenil. Ella como las grandes tormentas, viene en marcha con los levantamientos sociales y la insurgencia política electoral actual, asumiendo con ternura y alegría los retos del presente. Esta fuerza juvenil es una marea que va mostrando que es capaz de abrigar la soledad y las ansiedades de cambio de una mayoría desposeída y excluida para trenzar un torbellino de luchas emancipadoras.

Por ello, mirar la situación de la juventud es un deber de todos y todas para seguir la marcha liberadora y el camino de los vientos revolucionarios de un pueblo y una nación, por que hoy desde el poder oligárquico se desata una acción concentrada tendiente de evitar que la juventud siga siendo protagonista de los sueños de felicidad. Con la violencia, en todas sus manifestaciones, desde el poder criminal oligárquico se pretende silenciar el fermento juvenil y desviar el curso de la tempestad emancipadora que viene recorriendo la patria. La juventud de nuevo se ha tomado las calles y lidera el sentido nación soberana.

Traición constitucional: haciendo trizas lo pactado

Hace 31 años, en 1991, fue promulgada la nueva constitución colombiana durante el gobierno de Cesar Gaviria. Una inmensa mancha juvenil mediante una consulta nacional movilizo la consigna de una reforma constitucional en las elecciones de 1990 para que nuevas realidades sociales, económicas y políticas fueran incluidas en una carta de navegación, como son las constituciones, consideradas un Pacto Social. La vieja constitución de 1886 era una camisa pequeña para un gran cuerpo social que pujaba por ser ciudadanía.

La nueva constitución reflejó la correlación política del momento donde una marea política democrática conformada por el M19, organizaciones sociales sindicales, indígenas, jóvenes y otros sujetos sociales le dieron un tinte más progresista a muchos de los enunciados constitucionales.

Una Colombia diversa y pluricultural, el reconocimiento a nuevas territorialidades y a nuevas ciudadanías consignadas en los derechos, el reconocimiento a los indígenas, a los afros, a la juventud, a los derechos culturales de los colombianos. Se dio un salto hacia adelante al considerar la paz como un deber y derecho de todos los colombianos. En fin muchos elementos que prometían caminar hacia la felicidad para todas las personas en igualdad de satisfacciones de necesidades y oportunidades.

El espíritu de la nueva constitución fue traicionado por un poder oligárquico que se dedicó a hacer trizas las cosas progresistas y democráticas, nos metió el neoliberalismo a seca y mocha despedazando aun más a la desgraciada Colombia. Un modelo privatizador de todo lo público hizo de los derechos ciudadanos y humanos un negocio. El trabajo fue precarizado, se elevó como nunca la concentración de la riqueza y del ingreso en poquísimas manos, aumentando la riqueza a los ricos y empobreciéndose aun más los pobres, llenando de nuevos pobres a la mesa de la desigualdad. Una clase media perdió empuje y presencia.

Hacer trizas se ha vuelto la conducta histórica del poder oligárquico, igual que su sentido de soluciones violentas a las problemáticas y conflictos. No cumple nada. Todo lo que acuerda lo destruye como manera de desconocer a los otros distintos a los oligarcas. En las tres décadas que han seguido desde la promulgación de la nueva constitución se le han hecho tantas reformas que es poco lo progresista que queda en ella.

Todos los bienes y servicios públicos han sido feriados a la corrupción y entregados al poder privado de las minorías nacionales y extranjeras. Limpiar a Colombia de la corrupción fue cambiada por un régimen de la corrupción. La paz se burlo con más guerras, los derechos humanos integrales han sido desconocidos y se viola el derecho a la vida. La verdad del conflicto y las víctimas han sido extraditadas. Ya no se sabe cuantas veces la corte constitucional ha declarado que vivimos un estado de cosas inconstitucional y nada se corrige. Hay un acumulado de sentencias a favor de los derechos que su sola ejecución haría salir a Colombia de la oscuridad.

Desastre social y mental nacional

El capitalismo más bárbaro y criminal se anidó en el poder de Colombia conocido como la narcodemocracia. Los valores de la colectividad tienden a morir de la mano de un desaforado individualismo, donde todo se vale y el CVY -como voy yo- es la frase favorita de los funcionarios y burócratas corrompidos hasta la médula. La ideología de la competencia sin límites, la estigmatización y criminalización al que piensa diferente y hace oposición política, la promoción del consumismo al lado de la apabullante miseria y pobreza, la frustración y la desesperanza y la ruptura del tejido social es lo que se instalo en la sociedad colombiana y pretende que reine en el país.

Toda esa política que ha construido una sociedad distante de sus mayorías olvidadas y excluidas ha impactado en los cimientos a los adolescentes y a los jóvenes colombianos produciendo en ellos diversas reacciones, desde pérdida de credibilidad hacia las instituciones de gobierno y del Estado, ha generado desesperanza, también la situación ha fomentado y ha sido un potente sembrador y movilizador de conciencias de cambio y de rebeldías juveniles en primera, en segunda y en terceras lineas. En una palabra ha producido diversas respuestas colectivas juveniles.

Una de las acciones colectivas más destacadas en estos últimos 30 años ha sido el estallido en rebeldía social insurreccional en las ciudades y campos colombianos del año 2021 de coloridos juveniles, también ese volcán social se ha hecho sentir en el despertar político electoral de millones de jóvenes en el Pacto Histórico apostando a una alternativa democrática y de democracia. y desgraciadamente otra de las acciones colectivas juveniles ha sido el crecimiento de los suicidios.

A juicio de muchos investigadores dicen que estas tres expresiones, insurrección social juvenil, irrupción política electoral juvenil y suicidios juveniles, son formas de manifestar la inconformidad y una protesta de los adolescentes y jóvenes rechazando la sociedad del desastre nacional. De acuerdo con las “Observaciones y recomendaciones de la visita de trabajo a Colombia de la Comisión interamericana de derechos humanos (CIDH), en junio de 2021, las manifestaciones sociales se vinculan con reivindicaciones estructurales e históricas de la sociedad colombiana, que a su vez están consignadas en la Constitución Política de 1991 y los Acuerdos de Paz de 2016. “Eche más claro no canta el gallo”, decía mi abuela cuando quería decirnos que todo estaba transparente.

Por eso vienen a mi memoria las declaraciones de una joven activista, en el paro nacional de noviembre del 2020, cuando dijo que “solamente he conocido el gobierno de Uribe y quisiera que tuviéramos los colombianos de mi edad, la oportunidad de conocer y ensayar otros gobiernos distintos a ver si salimos de esta humillante crisis”.

El protagonismo juvenil es la expresión genuina de una Colombia en crisis de la cual los adolescentes y jóvenes quieren protestar y cambiar. Es el cuestionamiento al capitalismo delincuencial que solo ofrece como futuro al adolescente y al joven volverse delincuente empleándose en el sicariato, en las bandas de los narcotraficantes, la drogadicción o en las bandas de los paga diarios y todas las actividades que degradan al ser humano.

Los efectos sociales y mentales del desastre nacional, de la amarga bienvenida al futuro que prometen los gobiernos de derechas neoliberales desde la década de los 90 se perciben fácilmente. Han querido construir una sociedad pesimista, exasperada y viviendo en soledad. Para el poder oligárquico lo exitoso seria una sociedad derrotada y perdida en su autoestima, deshumanizada con abundancia de trastornos mentales.

Esta sociedad sin horizonte de felicidad que caracteriza el desastre nacional afortunadamente viene siendo cuestionada con la fuerza de un nuevo espíritu. Un hermoso jardín florido de millones de jóvenes y adolescentes que le apostamos a la vida en todas sus manifestaciones ha irrumpido en este trecho de la historia como afirmación y significado de una sociedad fundada en el amor.

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