Karibeño Rebelde

ADOLESCENTES Y JÓVENES EN LA SOCIEDAD DEL DESASTRE

Por Luís Carlos Guerrero

La investigadora Noami Klein fue quien acuño el concepto del capitalismo del desastre para radiografiar toda la destrucción que produce la aplicación de las políticas neoliberales en el mundo.

En la región del Karibe colombiano es notorio que cuando uno va de visita, recorriendo y observando su riqueza en bienes comunes, su diversidad social y su paisaje encantador, encuentra que en cualquier municipio y corregimiento como mínimo un bar o una cantina. Aunque no exista un hospital o centro médico de atención gratuita a la salud, ni haya una institución educativa con un programa verdadero de alimentación espiritual y de conocimiento a los estudiantes, ni una universidad donde se forme su intelectualidad, así brille por su ausencia un espacio para el arte y la literatura para darle vida a todas las expresiones culturales que son la savia de la vida, siempre usted va a encontrar, por lo menos un expendio de licores con mesas de billar u otro tipo de juegos.

Esta proliferación desmedida de bares y cantinas se les clasifica en la industria del entretenimiento como lugares donde se recrean, en este caso los jóvenes. Las cantinas han reemplazado de manera gradual y absoluta a otras instituciones llamadas a producir, crear y recrear la vida cultural y científica de las comunidades urbanas y rurales.

La reflexión salta a la vista enseguida. No es que no puedan haber este tipo de establecimiento que son muy abundantes en toda Colombia, sino por que no se ofrecen otros espacios en igual magnitud a los adolescentes y jóvenes. Por que tanto abandono del arte y la cultura que tiene la más baja asignación presupuestaria en Colombia. No será que esto hace parte de la sociedad del desastre o del desmadre que esta orientada a constituir en las ideologías de la muerte que profesa el neoliberalismo, utilizando poderosos dispositivos.

Los ninis un potencial destruido

Los últimos datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) sobre empleo y educación de adolescentes y jóvenes en Colombia son desoladores. En Colombia hay 11,4 millones de personas entre 15 y 28 años que, como todo cuerpo vivo, se esperaría estuvieran formándose en colegios, instituciones técnicas, en universidades, o estuvieran trabajando desempeñándose en ambas cosas, combinando acertadamente estudio y trabajo.

No es así desgraciadamente. Los ninis abundan en toda la geografía humana de Colombia. Se les ha llamado ninis a los adolescentes y jóvenes que no tienen oportunidades de trabajar ni estudiar. Esta población es bastante numerosa y se calcula en unos 3 millones 200 mil personas. Según las cifras proporcionadas por el DANE, poco más del 27% de esta población está entre 15 y 28 años. Y de ellos el 70% son mujeres. Es la generación de los NINI una de las protagonistas del levantamiento social nacional de 2021. De esta población, que la sociedad del desastre califica de sobrantes, su mayoría habita las grandes ciudades, territorio que no les ofrece ningún futuro sustentable.

Algo anda muy mal con una sociedad que olvida a millones de jóvenes que constituyen el 27 % de la población juvenil. Es una muestra descarnada del estado de indolencia nacional que caracteriza al poder oligárquico que ha mal gobernado Colombia. Nos preguntamos ¿cuantos países del mundo quisieran tener este potencial humano? que en una sociedad del conocimiento podría ser un soporte del desarrollo social, económico y ambiental de nuestra región costeña. Hay una generación de adolescentes y jóvenes que forman junto a otros grupos etarios una perfecta pirámide social, en tanto en otros países se asiste al envejecimiento de su población. Tremenda paradoja.

No quiero vivir más en el sin sentido de mi vida

Parece ser el grito de los que optan por el suicidio. Según la investigadora Sandra Cañón Buitrago, los suicidios en Colombia por la población juvenil es también una manera de ser un protesta social contra las desigualdades y la economía del deseo del capitalismo. Dice la investigadora en un artículo publicado en la Silla Vacía que los suicidios están expresando la crisis de la economía del deseo, pues el imaginario que se difunde no es alcanzable. En su investigación Sandra Canon nos advierte que el suicidio o el intento de suicidio aparece para los jóvenes como la única forma que tienen de liberarse de todos los poderes dominantes que se ejercen sobre ellos.

Esta situación se ha desbordado en Colombia. En 30 años los suicidios en Colombia pasaron de 605 a 2.595 por año. Solamente en las cifras de enero del año 2022 en Colombia las muertes violentas subieron 17 % y los suicidios 3,4 comparados con las cifras de enero de 2021. Mientras que en enero de 2021 se documentaron 176 suicidios, en el primer mes de este 2022 fueron 182 casos, de los cuales seis corresponden a niños entre los 10 y los 14 años y otros 9 a menores entre los 15 y 17 años. El rango de edad con más casos es el de los jóvenes de 20 a 29 años con 49 suicidios que corresponde al 29 %.

En el departamento del Atlántico para hacer un muestro de esta realidad adversa, entre enero y mayo de este año los suicidios en los jóvenes tienen una tasa de 2,9 por cada cien mil habitantes. Mientras que los intentos de suicidios aumentan a una tasa de 40,6 por cada cien mil habitantes. Un joven entrevistado dice que cada vez somos menos los jóvenes en el Atlántico afiliados a salud. Entre el 2012 y 2018, hubo una reducción del 14,5% de jóvenes afiliados a este sistema. Sin embargo, la variación más significativa se da entre mujeres, con una reducción de 23%, es decir de cada 100 mujeres jóvenes se desafilaban 23 anualmente.

Llama la atención las diferencias territoriales en la tasa de suicidio. Examinando cuatro macroregiones de Colombia encontramos que en la región de Bogotá y Cundinamarca se registran valores cercanos al valor promedio nacional; en la región de los departamentos andinos los valores están por encima de la media nacional, que es 5.6 y dentro de estos los máximos pertenecen a la región llamada de la cultura paisa. también se encuentran por encima de la tasa media nacional los territorios de la Orinoquía y Amazonía, en tanto en las regiones del Karibe y Choco la tasa de suicidios está por debajo de la media nacional.

Las causas de suicidio son múltiples. Entre ellas suelen estar la pérdida laboral o financiera, la pobreza y la exclusión, los bajos ingresos, las violencias, el trauma o el abuso, los trastornos mentales, el uso de sustancias psicoactivas o el alcoholismo y los obstáculos para acceder a la atención médica. Todos estos factores se ha ampliado aun más con el Covid. Llama la atención que en las encuestas el 50 por ciento de las personas en Colombia han afirmado que la salud mental ha tendido a deteriorarse.

En conclusión. Hay un contexto de la sociedad que cada día representa un mayor riesgo para la vida. Ello representa mucha vulnerabilidad a la seguridad, la vida y el bienestar de los adolescentes y jóvenes, cruelmente victimizados. En general, el número de suicidios se concentra en la población a la que cronicamente se le violan los derechos sociales, económicos y culturales, con las iniquidades, las faltas de oportunidades y la deserción del sistema educativo.

JUVENICIDIO

José Manuel Valenzuela Arce, investigador mexicano de El Colegio de la Frontera Norte, acuñó este concepto en 2012. En su libro “Sed de mal, Feminicidio, jóvenes y exclusión social”, referenciado por Libardo Sarmiento Anzola, define el juvenicidio como el asesinato sistemático de la población joven en el que se ha detectado la implicación de políticas institucionales o sea del Estado.

En los adolescentes y jóvenes las muertes provocadas por factores externos son la causa principal de decesos. En un periodo de tiempo de 38 años han sido asesinados en nuestro país 351.135 adolescentes y jóvenes, comprendidos en un rango de edad entre 14 y los 28 años. Esto afecta principalmente a los adolescentes y jóvenes hombres, entre los 18 y 28 años de edad. En los últimos años es notorio el incremento de las muertes. Un poco más de los 14.000 asesinatos ocurridos durante 2021, hay una cifra muy cerca a los 9.000 que corresponde a víctimas adolescentes o jóvenes, en consonancia con las tasas históricas.

Increíble pero cierto. La tasa de homicidios promedio durante el período 1985-2018 para las mujeres adolescentes y jóvenes es de 12 por cada 100.000 habitantes. La tasa promedio de homicidios en los jóvenes hombres -18 a 23 años de edad- es de 204,1, cerca de 4 veces la tasa nacional.

La conclusión. Es blanco y la gallina lo pone. La privación de la vida o el derecho a vivir es una de las principales violaciones a los derechos humanos de la población adolescente y juvenil en Colombia. Causa espanto y angustia que se asesinen en Colombia 30 jóvenes y adolescentes por día.

Entre los agentes causantes de las muertes a la población joven y adolescente, Libardo Sarmiento Anzola, investigador colombiano es tajante al afirmar que “no puede pensarse de manera unilateral que el aumento de las muertes fue causa exclusiva del conflicto armado interno o del aumento en cifras absolutas de la población joven; hay otras igual de importantes como la lucha contra y entre los carteles de la droga, el uso de los jóvenes por bandas delincuenciales que se aprovechan de sus vulnerabilidades, la cultura de resolver los problemas mediante la violencia, la intolerancia en la convivencia cotidiana y los crímenes cometidos por el Estado en el contexto de los falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales”.

Estamos pues ante un juvenicidio lo cual es responsabilidad del Estado. Causa dolor que los adolescentes y los jóvenes sean la mayor población carcelaria de Colombia.

PRECARIEDAD LABORAL O EL PRECARIADO JUVENIL CON ACENTO POPULAR

La población de jóvenes viven hoy con mayor dramatismo su vida, mucho más que el resto de la población, inmersos en unas graves problemáticas sociales, económicas, culturales y políticas que les someten a una vida llena de contradicciones y conflictos. Muy a pesar de que ha aumentado la cobertura y acceso a la educación por la población joven esto no se corresponde con el ingreso a un trabajo digno, existiendo para ellos un alto nivel de desempleo y empleo precario. La precariedad es la condición de quienes tienen la fortuna de conseguir un enganche laboral, es decir bajos salarios, inestabilidad laboral, poca o nula seguridad social, sometidos a contrataciones por días, horas y unos cuantos meses.

Durante las fases de crisis económicas se hacen ajustes en las dinámicas del mercado laboral de Colombia que casi siempre empieza con el despido de los puestos de trabajo de los jóvenes, afectando en mayor proporción a las mujeres. En general, los jóvenes se encuentran metidos y engrapados en un círculo de empleo precario, informalidad-desempleo-inactividad-pobreza-exclusión. Los jóvenes pagan un costo alto.

A pesar de que hoy una de las fuentes principales de empleo de los adolescentes y los jóvenes son el mototaxismo, el bicitaxismo, el enganche en los negocios de comidas rápidas y otros, la tasa de desempleo es elevada. Y la tasa de desempleo en mujeres es más alta que la de los hombres. Mientras que en las mujeres jóvenes es de 47,3 %, en los hombres jóvenes es de 24,5 en el año 2020. Haciendo un análisis de un periodo largo entre los años 2001 al 2021 el indice más alto de desocupación lo tienen las mujeres jóvenes tanto en las áreas urbanas como en lo rural, siendo en promedio un 24.8%.

Las investigaciones muestran unas causas, todas en el marco de la crisis de sociedad en la que vivimos. Una misión encabezada por un economista mexicano contratada por el gobierno de Colombia concluyo que la dinámica del mercado laboral colombiano tiene una protección deficiente, un empleo precario y ofrece pocas oportunidades para la mejoría de las condiciones de trabajo. Por esta razón, dice el investigador, somos el país con más altos niveles de desempleo. En Colombia ha habido una quiebra espantosa de miles de empresas de la rama industrial y la apabullante destrucción de la agricultura con la destrucción de fuerza de trabajo correspondiente. Hoy en día somos importadores netos de alimentos. Que barbaridad.

Haciendo el análisis desde la perspectiva de los territorios regionales encontramos que los más altos índices de informalidad y precariedad para los adolescentes y jóvenes es muy grave en ciudades como Florencia, Valledupar, Santa Marta, Sincelejo y Cúcuta, todas con niveles superiores al 70 % de informalidad. De las cinco ciudades mencionadas no es casual que tres de ellas corresponden al karibe colombiano.

La precariedad viene con olor y sabor, con colores de la diversidad en su rostro, sobre todo tiene rostro de clase popular. Los que sufren más la informalidad y precariedad en el trabajo son los adolescentes y jóvenes que se ubican en los estratos sociales 1 y 2.

Disciplinar a los adolescentes y jóvenes

Redondeando el análisis de la sociedad de desastre y la adolescencia y juventud estamos de acuerdo con lo que expresa el escritor Británico H. G. Wells (1866-1946) quien en su obra El destino del Homo Sapiens afirma: “el exceso relativo de jóvenes desocupados en las sociedades capitalistas modernas constituía una peligrosa fuerza tendiente a provocar conflicto en toda comunidad humana; la solución más fácil encontrada por las clases dominantes a la presión ejercida por el sobrante de hombres = y mujeres= jóvenes de las clases populares, con el fin de mantenerlos disciplinados y reducir su número, ha consistido en la guerra, la cárcel o el exilio.

De esta manera, al poder destructivo material y moral de la guerra moderna se adiciona, según Wells, el desperdicio para siempre de grandes reservas y potencialidades de energía humana”.(Articulo Juventud, garrote y zanahoria electoral, Libardo Sarmiento Anzola, viernes 11 de febrero 2022 periódico desde abajo).

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