El pueblo no es el enemigo
El próximo 7 de agosto se conmemoran 204 años de la Batalla de Boyacá que selló la derrota del ejército Español a manos de los patriotas y abrió la puerta al proceso que se ha conocido como “Independencia”.
También esta fecha es tomada como la fundación del ejército de Colombia. Pero bien vale la pena hoy como país hacerse dos preguntas que tienen que ver con ese pasado de batallas y triunfos y con el presente y los retos que como sociedad enfrentan hacia el futuro: ¿Somos realmente una nación independiente? Y ¿Es realmente el ejército de Colombia una institución que la representa?
Cambio de imperios
Colombia sin lugar a dudas pasó del imperialismo Español de hace 200 años a las esferas del imperialismo norteamericano, al que los sucesivos gobiernos de derecha se fueron entregando y fueron comportándose como “súbditos”, ya no de la monarquía Europea sino de la potencia dominante, invasora y saqueadora de los nuevos tiempos.
La economía Colombiana se ha desarrollado solo en la medida en la que los centros del poder mundial le han permitido y el crecimiento logrado ha beneficiado a las potencias extranjeras y a las clases altas de la sociedad, y no a un verdadero proyecto de nación incluyente, democrática y con justicia social.
Desmontar la actual doctrina militar
Colombia estuvo ocupada por los Españoles así que los primeros elementos doctrinales obedecen a esa influencia. También estuvo marcada en sus inicios por elementos de la doctrina militar Francesa.
A comienzos del siglo XX la doctrina “Prusiana” Alemana fue la referencia y luego de la guerra de Corea a mediados del siglo pasado donde el batallón Colombia estuvo bajo el mando de los Estados Unidos (EE.UU), se da la «Norteamericanización» de la doctrina que se mantiene hasta hoy, pues por órdenes del pentágono, el Gobierno de Juan Manuel Santos inicia el proceso de ingreso a la Organización de Organización del Tratado de del Atlántico Norte (OTAN) con la figura de “miembro asociado” y “aliado estratégico NO miembro” para jugar dentro del diseño de guerra y de dominación del pentágono.
Como peón del ajedrez imperial, el ejército Colombiano se ha constituido obedeciendo las directrices del imperio del norte que son las que justamente llevaron a que el ejército y el conjunto de las fuerzas armadas y policiales miren a su propio pueblo como el “enemigo interno”, que se debe perseguir y combatir y ha sido combustible para la guerra sucia que han desarrollado contra amplios sectores de la población, en alianza con sectores ligados al poder político, económico y al narcotráfico que toman cuerpo en el fenómeno paramilitar.
Recuperar la esencia independentista
Hacer cambios en la doctrina militar es una necesidad urgente si de verdad se quieren dar pasos hacia una paz que surja de las transformaciones que el país reclama.
El ejército actual del que hacen parte quienes asesinaron a 6.402 civiles a cambio de permisos o de licor o las fuerzas policiales que asesinaron a más de 100 hombres y mujeres que protestaban contra el mal gobierno de Duque en el 2021 y que dejaron sin ojos a otros tantos jóvenes, no pueden reclamarse herederos del ejército patriota que peleó el 7 de agosto de 1819 y que derrotó al imperio Español.
La doctrina militar Colombiana debe recuperar la esencia independentista que alimentó al ejército de Bolívar. El ejército y la policía no pueden seguir estando al servicio de unas estructuras de poder -desiguales e injustas- que han condenado a la pobreza a millones de colombianas y colombianos, ni pueden seguir subordinadas a las ordenes del centro de poder imperial del mundo que invade naciones, asesina pueblos y saquea sus riquezas.
Un cambio en la Doctrina Militar debe apuntar a construir nuevas instituciones militares respetuosas de los Derechos Humanos y al servicio de la gente, vigilantes de las fronteras y no enemigas de su propia población; que estén en función de un proyecto de identidad popular, nacional y de independencia e integración con los demás pueblos de Nuestra América como lo visionó en su época el Libertador Simón Bolívar.