LA CULPA ES DE LA OLIGARQUÍA
La juventud es el motor impulsor de la sociedad y el país. Si bien se dice que los jóvenes son el futuro, la realidad es que también son el presente e históricamente han sido los promotores de cambio y progreso en la sociedad. Esto sin tomar en cuenta su importante papel dentro del desarrollo económico.
Un país que no protege y que no crea políticas que le garanticen a los jóvenes y la sociedad en general un bienestar, donde se les aseguren los derechos fundamentales y la democracia es un país que está condenado a vivir convulsionado, pues la naturaleza de los jóvenes está dirigida a reclamar y luchar por sus derechos, buscando siempre la forma de ser escuchados.
En Colombia la juventud desde hace más de 200 años a tenido que luchar contra un Estado que les niega las oportunidades de tener mejores condiciones de vida, les niega el derecho a la educación, la salud, la vivienda y les roba la oportunidad de vivir en un mejor país. Un Estado que dominado por los grupos de derecha hoy por hoy siguen aplicando la misma política que en la época colonial, basada en la represión y en la política de muerte frente a todo aquel que luche por sus derechos o piense diferente.
Producto de ese Estado represor y esa política de muerte dirigida a mantener al país sometido y en la pobreza, donde no se reconocen los derechos de los más vulnerables y se sigue viendo con menosprecio al afro, al indígena y mestizo, donde las oportunidades son solo para quienes tienen como pagarlas, donde no hay respeto por la tierra del campesino y se destruye el ambiente para darle ganancias a las transnacionales, los jóvenes se han visto obligados a organizarse y levantar su voz para reclamar sus derechos.
Pero siempre han encontrado la misma respuesta por parte del estado y los grupos de poder, asesinatos, persecuciones, desapariciones forzadas, torturas y encarcelamientos, ejemplo de ello y solo por mencionar algunos, están las protestas de los estudiantes de la Universidad Nacional de 1929, cuando los jóvenes salieron a protestar por la masacre de la bananeras y fueron acribillados por los entes de seguridad del Estado, al igual que la de 1954, donde los estudiantes salieron para conmemorar las protestas y los estudiantes caídos de 1929 e igualmente fueron asesinados, y las de 1971, durante el paro nacional.
Y como pasó en las recientes protestas del Gran Paro Nacional, donde el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) asesinó estudiantes entre los que estuvo Dilan Cruz, esto sin mencionar los más de 80 jóvenes asesinados.
Esa misma persecución por parate del Estado fue la que llevó a al Cura Camilo Torres, a la clandestinidad en la década de los 60, cuando representaba una opción política diferente al gobierno de turno y al sistema en general. La misma que ha llevado a miles de líderes sociales y jóvenes a sumarse a la insurgencia, como única opción de lucha ante la amenaza de ser asesinados por el Estado y sus grupos paramilitares.
LOS ESTRAGOS DE LA GUERRA
A demás de la falta de oportunidades para los jóvenes, las masacres, persecuciones y las malas políticas que ya hemos explicados en reportajes anteriores, como son falta de inclusión, empleos dignos, entre otros. Las consecuencias de la guerra que desde hace más de medio siglo existe en Colombia, es otro factor que ha llevado a los jóvenes a sumarse a a las guerrillas. Muchos de ellos han encontrado en esos grupos un refugio, una familia y una opción de vida.
Jóvenes que lo han perdido todo a manos del paramilitarismo, que les han asesinado a sus padres, les han quemado sus pueblos, buscan en la insurgencia el apoyo que no encuentran en las instituciones. Como fue el caso de un joven afro que se incorporó al Ejercito de Liberación Nacional (ELN) a inicios de 2000, porque era el único sobreviviente del pueblo donde vivía, pues los paramilitares asesinaron a casi todos y quemaron sus casas y solo una comisión del ELN pasó por allí varios días después de ese astros crimen; ningún cuerpo de seguridad, o institución gubernamental había hecho presencia, por lo que a única opción, entre el dolor y la impotencia fue incorporarse a la lucha armada.
Jóvenes campesinos a los que les han quitado sus tierras y luego los persiguen por reclamarlas, solo por exigir su derecho a trabajar un pedazo de tierra que les ha pertenecido toda la vida y son acosados por el ejército y por los grupos de exterminio, encuentran como única alternativa de vida la guerrilla. Y eso solo por mencionar algunos debido a que las historias son infinitas.
Sin embargo el deseo de vivir en paz, con oportunidades y en equidad, ha hecho que los jóvenes en sus protestas se organicen y enfrenten al gobierno por todas las vías, lo que ha hecho posible un cambio verdadero en Colombia, cambio direccionado a la vida. Y que es el resultado de un acumulado de quienes comenzaron jóvenes en la lucha y se hicieron viejos bregando, de aquellos que perdieron su vida y de esos jóvenes que han nacido en medio de una guerra y que solo en resistencia por fin comienzan el camino hacia una Colombia libre y soberana.