LA PAZ Y LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD KARIBEÑA
Por Kalet Pimentel.
La realidad de injusticia, despojo, exclusión, hambre, miseria y destrucción ambiental que padece la región del Karibe colombiano está profusa y profundamente conocida. Podríamos decir que está sobre entendida. También es claro que quienes más padecen los rigores de esa situación histórica y estructural son, en su mayoría, la clase popular y también una clase media cada vez más empobrecida y marginada.
Hay una inmensa deuda histórica, económico-social, política, cultural y ambiental a las cuales una política de paz tiene que colocar como referente de solución para que la región Karibe pueda transitar hacia un territorio lleno de justicia, vida y libertad. Necesitamos marchar a la superación de la violencia que se ha instalado desde los tiempos de la colonia en el hacer de la política por los gobernantes. No hay duda que la violencia ha sido el instrumento favorito utilizado intensamente por los llamados clanes políticos los que se han apoderado del poder para su disfrute.
Primera deuda
Una primera deuda se llama participación. Las decisiones de cómo debe ser la sociedad karibeña ha sido siempre tomada por los clanes de la región emparejados con las compañías extranjeras quienes han monopolizado el poder y el derecho a decidir. Las comunidades trabajadoras, campesinas, afrodescendientes, indígenas, mujeres, jóvenes, estudiantes, discapacitadas, pensionadas, las comunidades trabajadoras de la economía popular, los de la diversidad sexual, las prostituidas, los habitantes de las barriadas y toda una extensa población no ha sido incluida en el diseño de región. Sus voces no han sido escuchadas.
Participación también es, además de los sujetos sociales, vincular a todo el entramado territorial del Karibe en toda la diversidad posibilitando que subregiones como la de la Sierra Nevada de Santa Marta, la serranía del Perijá, del Sur de la Guajira, la delta del Magdalena, la depresión Momposina, Montes de María, Canal del Dique, Sur de Córdoba, Sur de Bolívar, las Islas del Karibe, las subregiones metropolitanas, sean sujetos territoriales en pleno derecho.
La participación es convocar a todo ese maravilloso y extraordinario tramado social y territorial para que aporte en todo el proceso de diseño del camino a la paz. La región Karibe ha sido forjada a imagen y semejanza de los ricos opulentos. Un camino de paz debe comenzar por pagar esta deuda de democracia rompiendo ese monopolio privado del poder. Los verdaderos constructores del territorio Karibe, toda su gente, deben tomar en sus manos el futuro de la paz.
Un derecho desconocido por la violencia desde arriba
Ahora bien. No es que los excluidos no se hayan peleado este derecho democrático de participación. Lo que les ha sucedido es que la violencia desde el poder arbitrario y oligárquico les ha cerrado todos los caminos y ahogado en sangre. Pero el pueblo karibe no se ha rendido ni ha dejado de insistir en sus reivindicaciones desarrollando luchas desde las cuales se van expresando, en grandes y en finos trazos, el Karibe que se quiere desde todos los rincones del territorio karibeño.
Si el proceso de paz le da el derecho de decidir a toda la sociedad karibeña, principalmente a sus mayorías ignoradas, se irá transformando la sociedad en sujeto de sus propios cambios. Si la rosca de siempre ha sido incapaz de moldear una región karibeña para el disfrute de la vida a plenitud, un proceso de paz autentico tiene que lograr que la vida sea la primera reivindicación realizada.
Así la paz será un camino más sencillo. Por ejemplo se tiene que acabar ese atraco a la gente con los caros y malos servicios públicos. Es un crimen que una familia tenga que pagar el 80% de sus ingresos en los servicios de energía sacrificando la alimentación dejando de comer sus tres golpes.
La política de paz como ejercicio de un mandato
Una paz con participación de la sociedad potenciaría el objetivo de una Colombia con plena vida y sería un mandato que a todos comprometería. No hay mejor política que aquella que hace activa a una sociedad y tiene como guía su mandato. Dicen que solo el pueblo salva al pueblo y este es el motor para las transformaciones estructurales o los cambios que necesitamos en el Karibe. Desde el pueblo se vienen construyendo soluciones y alternativas de paz. No hay que enseñarle a la sociedad como cambiar hay que abrir los canales para que el agua de la sabiduría y acción social fluya para que nuestra región decida en soberanía.