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PARAMILITARISMO Y VIOLENCIA HISTORIA VIVA DEL MAGDALENA

Karibeño Rebelde Edicción Nº 256


El departamento de Magdalena tiene una superficie de 23.188 kilometros cuadrados, un poco más del 2% del territorio nacional. Según el censo de 2020 del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) tiene una población de 1.427.026 habitantes. Se encuentra ubicado al norte del país en la región Karibe, limita con el Mar Karibe y los departamentos de la Guajira, Cesar, Bolívar y Atlántico.

El Magdalena cuna de diversas culturas indígenas y afros, cuenta con una gran biodiversidad, con importantes fuentes hídricas y extensas llanuras, lo que lo convierte en un territorio apetecible para la ganadería, la agricultura y la pesca. Con una ubicación estratégica con salida al mar y conexiones con el interior del país.

La ubicación del departamento en conjunto con las bondades de su territorio han convertido al Magdalena en protagonista de innumerables hechos de violencia, los asesinatos selectivos, las masacres, desplazamientos forzados y el despojo de tierras han marcado la vida política, económica y social de la región. Esto sin contar con los estragos que ha causado el narcotráfico, la minería, legal e ilegal y el contrabando de armas.


La historia del Magdalena está compuesta por testimonios de dolor y sangre, de gente buena que lucha por sus derechos y grupos de poder, en alianza con algunos gobiernos y fuerzas del Estado que utilizan la represión y el terrorismo para mantener el dominio y un ejemplo de ello es la masacre de las bananeras, donde más dos mil trabajadores fueron masacrados por las fuerzas de seguridad del Estado, por exigirle a la transnacional United Fruit Company mejores condiciones laborales.


No por nada entre 1.996 y 2.005 en el departamento de Magdalena se registraron 127 masacres, con un saldo total de 609 víctimas, que hasta ahora es el mayor número de masacres registrada, cometidas por el Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, en medio del auge paramilitar. Sin embargo esta realidad violenta no se ha terminado, porque solo entre el 2020 y el 2024 se han registrado 18 masacres, esto según cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

Herencia paramilitar

Todo esto es herencia de grupos de terratenientes violentos y guerreristas que han hecho hasta lo inhumano para despojar de las tierras a los campesinos y pueblos originarios, monopolizar las fuentes de agua, sobreexplotar las tierras con la ganadería extensiva, desplazar los cultivos originarios por monocultivos como la palma aceitera, café, cultivos ilícitos,entre otros.

Bajo un esquema de violencia que se fue creando con la aparición de los primeros grupos de autodefensas, sustentados en la política de Defensa Nacional creada en el gobierno de Guillermo León Valencia.

El Magdalena fue el primer departamento donde se crean estos grupos de autodefensa en la Región Karibe, conformados por Adán Rojas y sus hijos en la Cienaga de Magdalena. Este grupo era apoyado por el Batallón Córdoba de la fuerza pública, ganaderos y políticos de la región.

Por otro lado se organizaba el grupo de Hernán Giraldo en la Sierra Nevada de Santa Marta, llamado los Chamizos, este grupo criminal no solo ofrecía protección a los ganaderos y a los bananeros de la zona, sino que a demás protegía los negocios de narcotraficantes, muchos de ellos acaparadores de tierras, laboratorios de producción de cocaína, pistas de aterrizajes, entre otros. Sembrando el terror entre los campesinos Giraldo fue responsable de miles de desplazamientos forzados, torturas, desapariciones forzadas y violaciones a menores de edad. Por eso es conocido como el monstruo de la Sierra Nevada. Luego pasó a ser máximo jefe de las autodefensas unidas de Colombia, Bloque de Resistencia Tayrona, en la misma Sierran Nevada de Santa Marta.


Hernán Giraldo, jefe de las autodefensas unidas de Colombia, Bloque de Resistencia Tayrona, entre tantos crímenes resalta ser acusado de violador serial, debido a que abusó de más de 200 mujeres. Según la fundación Paz y Reconciliación. Es el paramilitar con más crímenes de violencia sexual hasta ahora conocido en el marco del conflicto, siendo su gran mayoría niñas.


Un tercer grupo se creaba en la región Media del Magdalena, el de los Cheperos, organizado por José María Barrera Ortiz (Chepe Barrera), el primero en crear las Convivir, para defender a los terratenientes allegados del sur de Magdalena. Es protagonista de masivos despojos de tierras a campesinos.

Tras un discurso contra-insurgente estas primeras autodefensas rurales fueron creando el mercado de la violencia, donde a través de alianzas con las fuerzas de seguridad del Estado, la alianza con políticos regionales y articulación institucional fueron dominando el territorio para despojar a los campesinos y pueblos originarios de sus tierras. Estos hechos forman parte de los antecedentes de la parapolítica en la región.

Para la década de los 90, específicamente 1996, y hasta el 2006, el paramilitarismo tuvo su auge, en este periodo comandado por Jorge 40, donde se agudizaron aún más las violaciones a los derechos humanos, se intentó destruir el tejido social. Las agresiones de género fueron incontables, los asesinatos, humillaciones por orientación sexual, las persecuciones por afinidades política, el asesinato a líderes sociales y campesinos, formaron parte de las portadas de los medios de comunicación ante la mirada cómplice de los gobernantes.

Y es que ningún grupo armado o criminal puede prosperar sin la complicidad del Estado, de los gobernantes regionales. En la región Karibe y particularmente en el Magdalena los paramilitares, los terratenientes, el narcotráfico y los políticos tradicionales están en la misma orilla.

La violencia sigue

Más allá del discurso contra guerrilla que han sabido manejar los paramilitares y grupos criminales del Magdalena, la verdadera disputa es por el control del territorio, el Magdalena resulta ser estratégico para el cultivo, producción y exportación de drogas, por ser un departamento portuario, con una importante salida al mar, lo que también facilita el contrabando de armamentos. Las extorsiones son otro de los negocios que manejan estos grupos.

Esto ha generado una guerra entre diferentes grupos paramilitares, los Conquistadores de la Sierra, herederos del Bloque de Resistencia Tayrona y que han dominado la Sierra Nevada, contra el Clan del Golfo por el control de las rutas del narcotráfico, las extorsiones y la explotación de la minería tanto legal como ilegal.

Es sabido por muchos que el Clan del Golfo está metido en el negocio de la minería ilegal en Magdalena, la extracción de materiales de construcción, entre otros minerales, que dejan cuantiosas sumas de dinero para estos grupos criminales y sus aliados.

Esta guerra ha desatado una nueva ola de violencia para intentar tomar el control del territorio, generando nuevas masacres, líderes indígenas asesinados, siete en lo que va de 2024 en la Región Karibe, nuevas violencias sexuales y varios desplazamientos forzados.

El control político es otro de los motivos por los cuales estos grupos delincuenciales generan violencia y terror, debido a que su funcionamiento está estrechamente ligado con el poder político en la región. Como se dijo anteriormente, ellos no podrían funcionar sin la complicidad del Estado y los gobiernos regionales, quienes al mismo tiempo se enriquecen de las actividades ilícitas, bien sea como dueños o recibiendo regalías.

Normalización de la violencia

Esta violencia continuada ha traído como consecuencia un desarraigo de la cultura de los pueblos originarios, en quienes se ven obligados a dejar sus territorios para huir de la violencia, lo que pone en riesgo la continuidad de sus costumbres y su misión de ser guardianes del equilibrio del mundo desde la Sierra y por ende de un ecosistema vital para la costa karibe. Sin mencionar las inmensas brechas de desigualdad y miseria. Magdalena tiene un índice de pobreza monetaria del 61% y la pobreza monetaria extrema es del 24.4%, según un informe emitido por el Ministerio de Salud.

El empobrecimiento de los campesinos, la falta de acceso a educación digna y el hecho de vivir en condiciones de guerra constante,han alterado su dinámica social haciendo que los niños y jóvenes vean la guerra como la única opción para obtener ingresos, lo que los hace presa fácil para el reclutamiento de paramilitares, quienes los incorporan en actividades delictivas como las extorsiones y el narcotráfico, según aseguró un líder de la región. Se normaliza la guerra y la violencia.

Por eso es de suma importancia que las comunidades, líderes sociales, indígenas y demás organizaciones alternativas y sociales trabajen mancomunadamente para cambiar el orden político en la región karibeña y de esa forma acabar con años de impunidad, despojo y violencia. Por eso se deben construir políticas de vida, para poder lograr una paz con equidad impulsada desde el seno de los pueblos y la sociedad.

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