Rebelde,  voz elena

UNA MUJER KANKUAMA EN LA GUERRILLA

La mujer es el corazón de la revolución.

Camilo Torres Restrepo. Sacerdote guerrillero.


En la sociedad colombiana, como en la guerrilla insurgente del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la participación de la mujer ha sido fundamental para generar cambios sociales, resistir el aniquilamiento por parte de la clase dominante económica, eclesiástica, política y militar clase oligárquica histórica y culturalmente conservadora, reaccionaria y patriarcal.

El papel de la mujer dentro de la guerrilla ha ido en ascenso y ocupando destacados lugares de liderazgos. Entre los años 1970, 1980 y 1990, fue un tanto limitado en número y participación y aún más en áreas de desempeño.

La política y realidad hoy del ELN tienen otro rumbo marcado por la igualdad y la equidad en sus filas y por los temas que se debaten a su interior y se orientan hacia la conexión con la clase popular, entre ellos el de las mujeres en los procesos de liberación, de organización y papel de conductora. Aunque esto no fue lo que principalmente motivó la incorporación de Patricia, indígena del pueblo kankuamo de la Sierra Nevada; es lo que hoy con su presencia defiende y ayuda a construir desde una posición de mando que estimula la participación y papel protagónico de las mujeres.

Patricia, o simplemente Pati, como algunos compañeros la llaman, antes de ingresar a la guerrilla admiraba ver a otras mujeres armadas del ELN recorriendo el caserío donde vivía.“Eso me impactó mucho y fue naciendo en mí la idea de incorporarme a la organización del ELN, ya que quería estar como ellas, con un arma, con botas y equipo al hombro”, recuerda.

Una vez incorporada, la realidad me mostró otras versiones de la vida guerrillera y así “fui entendiendo las razones de nuestra lucha y por qué empuñamos un arma y fui entendiendo la discriminación y la violencia que viven las mujeres, la falta de oportunidades que el Estado genera y como el capitalismo la convierte en mercancía”.

También fue parte y testigo de cómo en el ELN las tareas o responsabilidades de conducción, los deberes y derechos, las posibilidades de proyección, de educación y formación, son parte de sus institucionalidad consignada en los estatutos y de su práctica política.”Desde que me incorporé me preocupé por mi formación política e ideológica y en lo militar, ya que los compañeros me daban la oportunidad en medio de tantos compañeros machistas”, manifiesta Patricia, de estatura media y pómulos pronunciados..

Ahí van los muchachos

Tal vez, como dijera el comandante Nicolás Rodríguez Bautista en su libro “Papá, ahí van los muchachos”, Patricia tuvo un pensamiento similar en 1992, cuando tuvo el primer contacto con tres guerrilleros a quienes nombraría “estos son los muchachos”.

Se trataba del comandante Eduard Atencio, Agusto Montes y el compañero César, quienes salieron del monte para conversar con la población del caserío en el territorio colectivo indígena. “Nos reunieron y dieron una charla para explicar el por qué andaban en el monte y armados y los objetivos de la lucha armada revolucionaria“.

Inmediatamente después Patricia se incorporó a un Grupo de Estudio y Trabajo (GET), por medio de una amiga suya que ya tenía y guardaba celosamente sus vínculos con la organización. De día, estudiaban clandestinamente “en el monte”; de noche, repartían un periódico en la población muy cerca de donde había un puesto de policía. Esto fue llenado de estímulo su acción.

En la vereda Las Gallinetas, en Campo Bruja, pasó su primer taller como miliciana en ocho días de cotidianidad guerrillera; de allí en adelante comenzó su trabajo miliciano en la comisión del compañero César, haciendo actividades deportivas como la conformación de un equipo de fútbol integrado por mujeres.

El 9 de abril de 1994 hizo su incorporación definitiva al grupo armado en la región de Murillo, en la misma comisión que venía integrando como miliciana pero ahora al mando de los compañeros Vladimir y Leonel dos fogueados y aguerridos guerrilleros.

Mujer madre guerrillera

“Cuando llegué a la guerrilla me leyeron los reglamentos”, dice, pero lo primero que destaca es el tema de la tenencia de hijos. “Recuerdo que eran dos años de estar conformada la pareja y tres años de estar incorporada, y que cuando el niño(a) tuviera ocho meses debíamos ubicarlo donde un familiar, ya fuera familiares de parte de padre o de la madre”.

Así de claro le quedó la norma para aquel entonces que, al cumplir con dos años de tener una pareja estable, teniendo siete como guerrillera, tuvo su primer hijo de manera autorizada por la dirección del frente guerrillero.

Hoy piensa igual que hace dos décadas: Son retos difíciles para las mujeres dentro de la guerrilla conformar una relación sentimental, tener un hijo y formar parte del liderazgo o la conducción. “Tener una relación sentimental en donde ambos se proyecten de manera clara sin opacar uno al otro, es uno de los asuntos difíciles, dice Pati, por la pesada herencia del patriarcado.

“Pero somos conscientes de nuestro compromiso histórico con el pueblo”, acota, “he tratado de mantener una pareja estable, que me permita mi trabajo de conductora; tengo mis hijos y continúo dando lo mejor de mí a la organización del ELN y al pueblo”, concluye.

Una guerrillera más

No hace falta imaginar cómo es la vida de una mujer guerrillera para darse cuenta de las diferencias entre ésta y una mujer del hogar en una sociedad como la colombiana: “Acá uno es un guerrillero más de la organización”, expresa y a pesar de la connotación marcadamente machista, se refiere a los principios de igualdad y equidad, tanto en los deberes como en los derechos que tiene todo guerrillero (a). Hasta hablamos en el ELN un lenguaje de equidad inventando la palabra “compa” que se utiliza para referirse tanto a la mujer como al hombre y la diversidad sexual.

“Se produce, se combate, se estudia y se organiza. Nos dan oportunidad de conducir, de desarrollarnos en cualquier campo ya sea político, militar y demás especialidades que tiene el ELN”.

Para Patricia, el papel de la mujer dentro de ELN es protagónico y ejemplar en todos los sentidos: Son madres (muchas veces de otras mujeres combatientes), hijas, conductoras de planes de trabajo. “Luchar por ganarnos el reconocimiento que la sociedad machista nos ha negado”, agrega.

“La organización”, como siempre le llama Patricia al ELN, lucha constantemente por la participación de la mujer en una sociedad más justa y equitativa. Y no es una cuestión nominal si se tiene en cuenta la participación amplia hoy de la mujer en la vida política del ELN y su poder de decisión en los diferentes espacios democráticos.

La mujer militar

En lo militar Patricia pudo destacarse por dos factores claves. En los años 1990: era el auge militar del ELN, por un lado. Y la zona de operaciones del Seis de Diciembre, frente donde se incorporó Patricia, por el otro, se asentó en parte de la Sierra Nevada, donde conviven cuatro etnias indígenas, los Arhuacos, Coguis, Wiwas y Kankuamos; la mayoría de los frentes guerrilleros que operaban en la Nevada habían incorporado a mujeres y hombres indígenas, como ella.

Patricia se dedicó a cumplir a cabalidad las responsabilidades, el estudio, las tareas militares. Cumplido los tres años de ingreso ya era premilitante y en el 1.999 pasó su primera escuela de militantes en el Cerro Pintado, de la región Guajira de la Sierra Nevada. Era por entonces mando de escuadra de la Compañía Héroes de las Bananeras.

“Fue un proceso difícil”, detalla, los mandos “se medían por el arrojo en el combate. Algunos compañeros mandos medios, de escuadra, o combatientes, no aceptaban que una mujer los condujera, a mí me tocó porque estaba en la fuerza militar”, asegura, aunque su trayectoria dentro del ELN demuestra lo contrario. No le tocó, se formó, esforzó y destacó incluso por encima de los hombres.

“Yo veía que era muy difícil para una mujer tener que andar con todo encima, caminar por trochas de noche bajo la lluvia. Cuando me incorporé pedí que me dieran tres meses de prueba y si no era capaz, que por favor me dejaran ir para la casa”.

No fue tan difícil, se adaptó a caminar a oscuras, con lluvia a cuestas, cargando el arma, el equipo completo incluyendo la comida a los entrenamientos que eran constantes-, los operativos del ejercito y demás fuerzas militares y a las marchas largas ya que la comisión donde pertenecía quedaba retirada del centro de operaciones del responsable político del frente guerrillero.

“Siempre debíamos hacer cruces de cinco o seis días para evaluar” los desempeños y tareas.

Con el desarrollo de la guerra en la década de 1990, se dio también el crecimiento de las estructuras guerrilleras del Frente de Guerra Norte. Para 1997, Patricia formaba parte del recién creado destacamento guerrillero con tres escuadras y entre deserciones de unos y la muerte de otros, asumió una responsabilidad en la conducción del destacamento..

Fueron dos años de fogueo. Cuando se conforma la Compañía Héroes de las Bananeras que operaba en la Sierra Nevada en la parte baja del Magdalena, la guerrillera kankuama que hacia poco tiempo se había vinculado como miliciana al ELN, ya era parte de la conducción de una estructura militar con buena capacidad de combate.

Pati finaliza diciendo: “sin la participación de las mujeres en la revolución ésta es apenas la mitad de la humanidad, no la humanidad entera”.

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