Karibeño Rebelde

UNA REVOLUCIÓN ASESINADA

Especial desde las montañas de Colombia. Luis Carlos Guerrero S.

“A nosotros nos han contado una historia sin luchas ni rebeliones y por consiguiente, sin dignidad». Hay que rescatar esa historia de luchas, por que allí están las claves de la dignidad». Eduardo Galeano.

Pocos acontecimientos permanecen en la memoria de los colombianos. La masacre a los trabajadores bananeros, hace 95 años, un seis de diciembre, es uno de ellos. Sus dolores, rastros y huellas todavía nos invocan la rabia, la indignación y el sentido de futuro. Lo sucedido allá fue el asesinato de una revolución o es la ejecución de una masacre por miedo a la revolución de los pobres y empobrecidos, de la Colombia de ese momento, según nos dice Renán Vega Cantor en la publicación Gente Rebelde.

La oligarquía para confundir quiso posicionar, todavía lo difunde hoy, que la lucha del pueblo bananero obedeció a una conspiración del comunismo internacional. Argumento que, desde ese tiempo a los días de hoy, sirve para justificar las matanzas a la población y criminalizar sus luchas. Un telegrama del Ministro de Industrias, José Antonio Montalvo, quien afirma: «Estoy convencido de que el comunismo en Colombia está listo a estallar. En mi último viaje a la costa Atlántica me convencí de la veracidad del movimiento, y aún sorprendí alarmantes circulares bolcheviques entre los trabajadores de las bananeras, los braceros de los distintos puertos, los obreros de los ferrocarriles y aduanas, los cuales se reunían de noche para tratar de la formación de los comités».

El mismo tono lo repite el gobernador del Magdalena quien, el 13 de noviembre de 1928, dirigió un telegrama a Ignacio Rengifo, Ministro de Guerra, reafirmando el carácter comunista de la huelga e indicando que «no debe esperarse para apagar la llama, a que tome proporciones de incendio», con lo que insinuaba la adopción de medidas de fuerza por parte del gobierno central. Gente Rebelde Tomo I página 123. Ese mismo día apareció en Santa Marta el general Carlos Cortés Vargas, asignado como comandante militar de la provincia de Santa Marta y de la zona bananera.

Es bien interesante observar que en los telegramas de las distintas autoridades civiles y militares aparecen reseñadas las condiciones de vida, trabajo, vivienda y salud de los trabajadores de la zona bananera y sus familias. No se mencionan sus condiciones de explotación y opresión tanto de trabajadores, comerciantes, campesinos, tenderos. Tampoco son reseñadas las aspiraciones de los humildes. Esto son parte del paisaje sólo cuando amenazan el poder de los ricos, esto es, la empresa bananera norteamericana Fruit Company y sus aliados, los gobernantes de Colombia y la región.

Todo se estaba fraguando para silenciar esa insurrección de la redención social por que hasta la Iglesia tradicional vociferaba que en la zona bananera, y Colombia, se estaban incubando las fuerzas del mal.

La Colombia. La zona Bananera. Años 1920 y 1930

Colombia ya comenzaba a ser parte de la Geopolítica imperialista para estos años. Su importancia se puede mirar a través de lo manifestado por la Misión de Edward Kemmerer, un médico estadounidense, quien estuvo en Colombia en el año de 1923. Kemmerer dijo en un memorando confidencial que «Milla por milla, Colombia es el país más rico del mundo en recursos naturales». Esto fue de gran significado para que aumentara la presencia de numerosas compañías extranjeras, principalmente de Estados Unidos, para explotar estas riquezas. Se fortalecieron los enclaves petroleros, bananeros y las inversiones en el transporte ferroviario, los puertos y en la industria textil.

Uno de los enclaves fue el organizado por la Compañía United Fruit Company, la que se convirtió en dueña, amo y señora en todo el Magdalena y en el territorio de la zona bananera. En Colombia todo lo que era bueno para los estados Unidos y sus empresas se daba por descontado que era bueno para todos. Esta empresa llegó en el año de 1898.

Poco tiempo después la empresa bananera tenía las mejores tierras, controlaba el ferrocarril de Santa Marta a las plantaciones bananeras, monopolizó las aguas, su distribución y el sistema de riego y tenía a su servicio más de 30 mil trabajadores mediante el sistema de contratos y subcontratos. De otra parte la crónica de la época dice que expulsó a colonos y pequeños propietarios a quienes transformó en trabajadores asalariados. Monopolizaba el comercio con sus famosos comisariatos que le vendían a los 30 mil trabajadores quienes recibían el pago en vales intercambiables por víveres.

Nada se movía en la región sin el consentimiento de la compañía bananera que ejercía el control del dinero y había contribuido a fundar el Banco de la República. Por algo un cronista de ese tiempo sostenía que «el banco era producto de una Ley que nos enviaron los norteamericanos, los mismos que nos arrebataron a Panamá para arruinarnos, envilecernos y dejarnos bajo su control y dependencia». Gente Rebelde Tomo 1. Página 91.

En la región del Magdalena funcionaba otra República, la del enclave bananero, la United Fruit Company. Esto llevó a que en el año de 1908, el dirigente del partido liberal Rafael Uribe Uribe denunciara a la compañía diciendo que «hoy por hoy el árbitro del negocio en Santa Marta es Mr. Mansel F. Carr, manager de la United Fruit. Sin consultar antes con él, no se puede proceder a sembrar guineo». No se movía una hoja sin su apropiación. La manguala era tal que el gobernador Florentino Goenaga ejercía como abogado de la compañía.

Sentimiento anti imperialista Cambiar lo que debe ser cambiado

El robo de Panamá en el año 1903 genero un sentimiento nacionalista y de rechazo al imperialismo de Norteamérica. La invasión a partir de sus compañías con la complacencia de los gobernantes nativos, las condiciones de violación a la soberanía y la dignidad de los trabajadores, artesanos, obreros petroleros y campesinos hizo brotar todo una inconformidad popular que veía en la revolución francesa primero y más tarde, en la revolución rusa, el camino de la justicia, la soberanía y los cambios para la vida de los trabajadores y el pueblo.

En la otra orilla la empresa Norteamérica era vista como sinónimo de pobreza, miseria, despojo de tierras, bajos salarios, acaparamiento de todo, asfixiante llena de arbitrariedad y nada de libertad. Era visible su expresión de poder autoritario. Los ecos de la primera revolución obrera llegaba a los oídos y condiciones receptivas de la clase obrera y populares. Los gobiernos locales y sus partidos eran percibidos como cómplices y traidores. La conciencia obrera y popular revolucionaria se gano el corazón del pueblo bananero.

Por eso el grito de lucha de esta población era la revolución como acto y proceso de dignidad nacional y humana y que debía cambiar todo lo que fuere necesario cambiar para lograr la redención de la gente. Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar vivienda a los sin techo, trabajo justo, salario decente y suficiente, la salud para no morirse de enfermedades, la tierra a los desposeídos. En este sentido las aspiraciones obreras y populares era una auténtica revolución de la vida de Colombia rescatando la dignidad mancillada de la nación.

Por eso la causa de los trabajadores se transformó en la lucha de todos los pobladores de la región. Nos dice Renán vega Cantor en la obra citada que » la protesta no solamente involucraba a trabajadores asalariados, sino a un amplio grupo de personas pertenecientes a las «clases subalternas. Entre esos sectores se encontraban los artesanos, los campesinos, los indígenas y los pobladores urbanos que vivían en espacios diferentes a aquellos en los que se desenvolvía la relación capital-trabajo. En este caso, entonces, se está hablando de los sectores populares como sujetos históricos».

Por esto el pliego de peticiones había sido un hecho donde participaron delegados de los sindicatos que agrupaban a obreros, colonos, braceros, campesinos, tenderos y firmado por miles de miles de trabajadores.

Lo anterior es ratificado en el manifiesto de la Unión Sindical de trabajadores del Magdalena, leído en el municipio de Ciénaga el día 12 de noviembre de 1928, publicado en El Espectador el 19 de noviembre, donde dice que:»Esta huelga es el fruto del dolor de miles de trabajadores explotados y humillados día y noche por la compañía y sus agentes. Esta huelga es la prueba que hacen los trabajadores de Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del país, en su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas».

El telegrama de la masacre

El General Justo A. Guerrero el día 5 de diciembre solicitó el envió urgente de tropas para sofocar una la rebelión de 4.000 huelguistas que estaban armados hasta los dientes, se concentraban en Ciénaga y desde allí estaban organizando la toma de Santa Marta y otras ciudades de la costa. Los amotinados controlan las carreteras, trenes, material rodante y han designados autoridades comunistas para gobernar todos los corregimientos. Lo que sobrevino fue el asesinato de más de tres mil pobladores que estaban concentrados en la Plaza de Ciénaga esperando la llegada de las autoridades para escuchar las respuestas a sus peticiones.

Miedo al pueblo

Ha sido una constante en la historia de Colombia el miedo de la oligarquía a la movilización del pueblo reivindicando sus aspiraciones. La lucha por un mejor país ha sido estigmatizada como acción del comunismo internacional, de los vándalos sociales, de los creadores de la anarquía, de los terroristas. A cada momento han actualizado su lenguaje para ilegitimar las justas aspiraciones populares de cambio social. El objetivo es descalificar la lucha y acción revolucionaria.

Que nada cambie para que todo siga igual. Cualquier parecido de lo sucedido en la masacre a la revolución de los bananeros con la Colombia no es coincidencia es la conducta de una oligarquía como dijera Jorge Eliecer Gaitán: “sabemos hoy que en este país el gobierno tiene la metralla homicida para los hijos de la patria y la temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano».

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