«Milton fue un cachaco de la costa orgulloso de sus orígenes»
El compañero Poeta recuerda su relación con Milton
Cuando el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez lanzó la Operación San Jorge en la Sierra Nevada de Santa Marta para acorralar al Ejército de Liberación Nacional (ELN), en 2004, el comandante Milton sorteó el cerco militar casi al borde de la muerte.
El Frente de Guerra Norte había ejecutado unos días antes, septiembre del 2003, la Operación Allende con la retención de cuatro extranjeros. La finalidad era más política que económica, dado que intentaron llamar la atención de la opinión pública internacional sobre la violación sistemática de los derechos humanos en el Karibe colombiano por parte del paramilitarismo y el Ejército gubernamental.
El Gobierno contaba con abundantes recursos provenientes del Plan Colombia, tenía mayor respaldado de los Estados Unidos y afilaba la maquinaria del paramilitarismo, lo que les permitió copar una parte del territorio donde habitaban las guerrillas del ELN y las FARC. En ese contexto la Operación Allende fue una bofetada para el gobierno pues aseguraba que gozaba del control del territorio.
El comandante Milton en el desarrollo de la operación Allende fue herido de gravedad en una rodilla, con una vena comprometida, que le dificultaba para avanzar y con el Ejército encima, tuvo que refugiarse en una espesa montaña.
Tenía la herida estaba infectada, llena de gusanos, cuenta el compañero Poeta, quien desde sus inicios como guerrillero conoció, admiró la valentía y carisma de Milton para solucionar conflictos.
Ayúdenme, ayúdenme, yo soy de los buenos, yo soy de los buenos”, les decía el comandante a los indígenas, según recuenta Poeta.
“Tú eres de los malos, tú eres de los malos”, le respondía escéptico el indígena a Milton.
El ambiente en el territorio era confuso, reinaba el miedo y la desconfianza. El paramilitarismo había arrasado, sangre y fuego, a finales de la década anterior a comunidades enteras de los departamentos del Magdalena, Cesar, La Guajira y las partes medias de la Sierra Nevada. No se sabría nunca cuantas personas serían asesinadas por los cementerios clandestinos y la desaparición de miles de personas con los métodos más perversos.
Milton siguió gritando, tratando de convencer al indígena de que no le haría daño, pero el otro le decía que tú eres de los malos, eres un teniente, y el comandante le cambiaba el hilo y le repetía: soy de los buenos, soy arriero, soy arriero.
Los arrieros no usan barba, replicó el indígena Arhuaco, con la misma suspicacia y también confundido porque no diferenciaba entre el uniforme de un guerrillero y el de un militar del ejército o de un paramilitar.
El comandante –malherido- con el don de la palabra convenció a su interlocutor tras una larga y confusa conversación. Lo apoyaron mucho, le dieron atención, comida; ya estaba que se moría, gracias a los Arhuacos se salvó el compañero, recuerda Poeta.
Cachaco costeño
La familia del compañero Milton migró del centro del país al municipio de la Jagua de Ibirico, departamento del Cesar, después de huir a la denominada Violencia, época en la cual el Partido Conservador utilizó bandas armadas llamadas Pájaros y/o Chulavitas para perseguir a simpatizantes liberales o simplemente para despojar de tierras a los campesinos.
Aunque Milton nació en el Cesar, siempre resaltó con orgullo sus orígenes. De joven se dedicó al comerció en la cabecera municipal de la Jagua de Ibirico y reivindicaba haber nacido en La calle de los cachacos, un populoso sector del municipio.
A mediados de la década de 1980 Milton se vinculó con la organización política A Luchar y a finales de la misma década decidió hacer parte de los combatientes del ELN. Su capacidad combativa es una de las cosas que más resaltan quienes lo conocieron.
Tenía mucha capacidad militar, sabía mucho de estrategia militar, observa Poeta. Meticuloso y disciplinado con la preparación física de la tropa, participaba de todos los entrenamientos. Le gustaba estar al frente de la tropa y de las actividades; era muy exigente con la seguridad.
Esa capacidad militar, Poeta la resume en el talento de Milton para ubicarse en el terreno y prever los movimientos de la tropa enemiga. Siempre calculaba qué movimiento iba a hacer la tropa.
En una ocasión, estando en San José, en pleno operativo del ejército, pidió los datos disponibles del terreno y la ubicación del enemigo. Seguro pasan por aquí, debemos replegarnos a otro sitio, dijo Milton, y efectivamente las tropas del Gobierno pasaron por el mismo lugar donde había acampado la guerrilla, respaldó Poeta, quien estuvo en el sitio.
Mando integral
No solo lo militar destacaba en Milton. Para Poeta este compañero se convirtió en un mando integral y referente del Frente de Guerra Norte. Tenía una visión frente a lo urbano y hacía muchos esfuerzos para dinamizar el trabajo de masas.
Arrojo y conocimiento en lo militar, convicción para lo político y tacto para planificar lo económico. Era un buen mando no solamente con las ideas, repite Poeta, sino también con los recursos: sabía donde poner cada peso y cuál estructura necesitaba mayor atención.
Milton impulsaba el estudio y la formación y también dedicó tiempo a la conformación de las milicias del Sur, del Centro y del Norte del departamento del Cesar . Cada milicia tenía su responsable y él las preparaba, las escuchaba, les daba planes de trabajo; era un mando integral y se preocupaba por lo político; por hacer inteligencia, por la cuestión de finanzas, un buen mando operativo, destaca Poeta.
Era una gran persona, resume Poeta, porque era muy sencillo, muy abierto al diálogo y daba muchas oportunidades a la gente. En la forma de vestir no era vanidoso, andaba con las medias rotas, la ropa descuidada porque estaba pendiente del trabajo.
Era un interlocutor de confianza. Escuchaba mucho las ideas, las propuestas; él las aceptaba y las apoyaba. Bueno, métale a eso.
A Milton le gustaba mantener la comunicación a través de cartas, radio, teléfono, era muy atento para saber cómo iban los demás, cómo marchaban las cosas y cómo se sentía la gente. Él se preocupaba por enviar una nota a un compañero que estaba en otra Comisión o a un compañero que estaba preso.
Y cuando alguien hablaba con Milton por radio transmitía esa energía, uno se alegraba, uno podía estar un poco triste, pero al escucharlo a él le daba mucho ánimo.