Todos los jóvenes queríamos ser milicianos
Alonso, quien se acercó al ELN desde que era un adolescente:
«Todos los jóvenes queríamos ser milicianos»
Alonso preparaba café como era costumbre en la guerrilla, promediando las 5 de la madrugada.
Del campamento, ubicado en el corregimiento Pijigüay, en Ovejas (departamento Sucre), salieron dos compañeros para hacer el recorrido de seguridad rutinario, conocido como descubierta.
El café recién hervía cuando se escucharon varias ráfagas de fusil. Por instinto Alonso corrió a recoger la carpa y el equipo cuando sintió un fogonazo que atravesó el plástico; con la misma atribulación se devolvió al rancho para protegerse y en lo inmediato la cocinilla donde estaba montado el tinto recibió un impacto de fusil.
Desde el campamento y durante veinte minutos, once guerrilleros repelieron el ataque de 50 soldados del ejército; en la previa, los dos compañeros de la descubierta frustraron el asalto pues se toparon con el ejército a escasos 100 metros del campamento, e hicieron los primeros disparos con los cuales mataron a un soldado e hirieron a otros tantos.
El repliegue, aunque no fue desordenado, se hizo por un corredor opuesto al previsto. Los compas que se toparon con la plaga la tuvieron más difícil, se encendieron a plomo casi a la entrada del campamento pero tuvieron que retirarse directo a un filo donde los esperaba -emboscada- una patrulla.
Fue una persecución en caliente, los combates terminaron a la 1:00pm. Uno de los compas, en la corrida filo arriba, perdió el fusil; el otro, como pudo, abrió fuego contra la patrulla mientras coronaba la cima. Pero ambos lograron romper el cerco y reencontrarse con el resto de la comisión.
Parte del combate: cinco soldados muertos y ocho heridos; un fusil guerrillero recuperado por el enemigo y varios equipos. Una lotería para ser un ataque sorpresa.
El ejército metió un operativo de búsqueda entre Pijigüay, El Jobo, Salitral, Don Gabriel y La Ceiba. La comisión se refugió en el filo de una montaña durante once días, sin agua, con una comidita al día que lograron cuadrar con un campesino.
Para salir, cuenta Alonso, «tuvimos que pegarnos en la retaguardia de una patrulla del ejército, llegamos hasta una zona entre la base militar Cerro La Pita y El Jobo, y de allí derechito a Bolívar».
Era febrero de 1995. El ejército hacía operativos constantes; el Ejercito de Liberación Nacional (ELN), tenía poca operatividad y se sentía hasta en el estado anímico. No sería el primer asalto del enemigo a un campamento guerrillero del Frente Guerrillero Jaime Bateman Cayón.
Quiero ser eleno
La realidad de los Montes de María (18 municipios que abarcan territorios de los departamentos de Sucre y Bolívar) y las Sabanas de Sucre eran reflejo de lo que sucedía en el resto del Karibe, desde la década de 1970 los campesinos venían recuperando tierras y resistiendo la embestida de los terratenientes y sus paramilitares.
En un día del mes de enero de 1990, cuando Alonso entró por primera vez a un campamento guerrillero, la realidad no era distinta a la del 70. «Cuando fui ya conocía la realidad de la lucha armada, colaboramos con ellos llevando agua, con información sobre el movimiento del enemigo, prestando la casita para la dormida», relata Alonso.
Ese día, después de una charla sobre el pensamiento del Che y Camilo Torres, preguntaron a los veinte jóvenes presentes si querían participar como milicianos en la Organización. Alonso dijo sí, pues «todos los jóvenes queríamos ser milicianos del ELN».
Los milicianos como Alonso de día trabajaban en el campo o bien hacían trabajos de inteligencia para recuperar ganado a los terratenientes o montaban retenes en la troncal del Karibe. De noche «hacíamos vida guerrillera en los campamentos, así nos fuimos formando».
La fallida fusión
El ELN en Sucre, antes de que se diera la fundación del Frente Jaime Bateman Cayón, había comenzado a operar con dos pequeñas comisiones a finales de los años ochenta, en el norte de Sucre y centro de Bolívar.
Al compa Martín lo trasladaron en octubre de 1987 para fortalecer el trabajo cristiano de base y consolidar la fusión entre MIR Patria Libre (MIR-PL) y el ELN, conocida como Unión Camilista Ejército de Liberación Nacional (UCELN).
El MIR-PL había logrado un acumulado campesino en los Montes de María en el territorio que corresponde al departamento de Sucre, antes de la incursión del ELN. Recuerda Alonso que en la década de 1980 era común ver a un campesino con el librito de bolsillo sobre las Cinco tesis filosóficas de Mao Zedong, era uno de los logros del MIR y del PCML (Partido Comunista Marxista Leninista), la politización del campesino.
El librito «se lo encaletaban en el bolsillo de la camisa, era una referencia para la lucha campesina» y también para los guerrilleros sabaneros.
El barco de la fusión hizo aguas poco tiempo después. Entre 1991 y 1992, un grueso de los que venían del MIR y unos del otrora ELN hicieron tienda aparte y fundaron la Corriente de Renovación Socialista (CRS), que tampoco duraría mucho y terminaría entregando las armas al enemigo.
Por unos meses, la Corriente siguió operando entre Pichilín, Colosó y Sabaneta. El Frente Jaime Bateman Cayón en Morroa, Naranjal, Las Palmitas, Ovejas, San Jacinto, Don Gabriel, Chalán, San Juan Nepomuceno, San Jacinto, El Carmen, María La Baja y Pijigüay.
«Cuando se entregaron al gobierno, nosotros pasamos a operar en la zona donde ellos estuvieron. De la base algunos se unieron, otros se mantuvieron imparciales. Muchos de los exguerrilleros trabajaban para el ejército y temían que los ajusticiáramos pero nunca hicimos nada», confiesa Alonso.
Ya como Corriente de Renovación Socialista «los manes» comenzaron a maltratar a la población, beber y parrandear en los pueblos y hasta fueron acusados de un caso de violación. Habían perdido el rumbo hacía rato.
Cuando lloramos
Alonso ya era guerrillero. Había transcurrido cinco años desde su ingreso como miliciano de base. 1995 era un año duro pues la moral de los elenos estaba débil debido a capturas de varios mandos entre 1992, 1993 y 1994 y a los constantes operativos del enemigo, que les respiraba en la nuca.
El asalto de febrero había sido una lotería para ellos, ganaron sin siquiera apostar.
Venían de recibir un duro golpe con la captura de Sergio en octubre del año anterior; era el mando de la comisión de Trabajo Político Organizativo (TPO) de El Piñal, a la cual pertenecía Alonso.
Unos meses antes, el ejército había asaltado otro campamento y en el repliegue se perdió una pistola del Frente Jaime Bateman. Con información de la gente se enteran que un hombre la había encontrado y la tenía encaletada en su casa.
«Sergio envió hablar con el compa», comenta Alonso, pero «el man se negó a entregar la pistola; dos días después le allanamos la casa y la recuperamos». Esa fue la sentencia de Sergio, el campesino lo delataría pocos días después.
Sergio había convocado una reunión con la dirigencia de base de El Piñal con cinco días de antelación: El ejército tenía el dato gracias al hombre que se negó entregar la pistola.
Al salir de la reunión lo capturaron. Fue torturado para que delatara al resto de la comisión. Como no llegó al campamento esa noche, «nosotros nos fuimos a otro sitio por prevención». El ejército le cobró el silencio con la muerte, simuló un combate en las afueras del pueblo y tiró el cuerpo en una cuneta.
El compañero Franco asumió el mando provisional. Contactaron a Amaury para reportarle la novedad y éste los citó en El Piñal para recogerlos y reubicarlos.
«Sentíamos mucha tristeza, nos afectó la muerte de Sergio. Cuando lo supimos nos pusimos a llorar todos (Luis, Franco, Iván)», recuerda Alonso.