Historias,  Rebelde

DE LAS URBANAS LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

Por: Omar Chimila


Mi lucha comienza desde 1977, durante el Paro Cívico Nacional se dispara mi instinto de lucha. Luego en los paros regionales que comenzaron a darse en toda Colombia, donde nos fuimos encontrando, reencontrando con los que nos identificábamos y de ahí fuimos organizándonos y desarrollando la lucha en el paro cívico. En ese reencuentro, con los compañeros de la Universidad del Atlántico, aprendimos a fabricar las bombas Molotov, fueron las primeras enseñanzas.

Hice trabajo cultural urbano que nos permitió estar con las barriadas populares. También desde el arte y la cultura comenzamos a organizar círculos de estudio y trabajo políticos en donde agrupamos a los jóvenes que se contaban más de 100 o mejor ciento y pico -medida usada para decir que son bastante sin precisar cuantos-. En ese trajín nos fuimos encontrando con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) una organización al servicio de los pobres.

La persecución que sufrimos por ser un arte popular liberador nos hizo ser clandestinos y como estudiamos mucho, de noche amanecíamos estudiando en alguna casa y de allí directo al camello -al trabajo- fuimos creando en nuestra mente la necesidad de impulsar la lucha guerrillera en la Sierra Nevada de Santa Marta así como lo hicieron los revolucionarios cubanos impulsando la lucha guerrillera desde la Sierra Maestra.

Nos impactó mucho el ejemplo de Camilo Torres y en el trabajo comenzamos a darle vida a las Comunidades Eclesiales de base, una forma de vivir el compromiso con los pobres en una comunidad de afectos y de lucha por cambiar a Colombia.

Como no podíamos quedarnos en las palabras el responsable del núcleo guerrillero urbano, Adrián hizo los contactos o los tenía para ir a la formación guerrillera y nos empacó directo al frente Domingo Laín.

Mi primera escuela guerrillera

Ya en ese desarrollo de estudio clandestino nosotros nos comenzamos a plantear como colectivo, conociendo la historia de la Revolución cubana, si los compañeros cubanos hicieron la revolución en Sierra Maestra, acá en la Costa podíamos también construir un frente guerrillero y mirábamos como punto de referencia a la Sierra Nevada de Santa Marta. Eso nos lleva a hacer una propuesta al compañero Adrián, llevar un proceso de formación para ir preparando las condiciones. El compañero Adrián nos recoge la propuesta y la presenta al ELN.

Hasta que llega un día y nos dice. Bueno, alístense que tenemos que irnos y nos vamos; ya de ahí arrancamos directamente para la primera escuela de formación. Yo pensé que íbamos para el Frente Luis José Solano Sepúlveda, pero en ese momento, no conozco realmente cuál fue la razón, terminamos en una escuela del Frente Guerrillero Domingo Laín. Fuimos tres compañeros: Ramón (El Chimilo), Martín y mi persona.

Fue una experiencia muy buena, nos sirvió mucho porque nosotros veníamos de lo urbano, no teníamos ningún tipo de conocimiento militar, de guerrilla; eso nos ayudó a nosotros para ganar la fortaleza y conocer realmente cómo era la vida guerrillera, que la conocíamos de teoría.

Cuando empezamos a vivirla encontramos esa fraternidad, encontramos ese amor como compañeros; eso es el tratamiento, es la vida colectiva. En el Laín conseguimos una cartilla que se llamaba Los Bertulfos y la estudiábamos todas las noches y nos fue ilustrando más.

Pasamos la escuela, que fue una de las más dura. De ahí el compañero Martín tiene que salir porque tuvo problemas de los riñones, se hinchó todo el cuerpo y tuvieron que operarlo, lo sacaron de emergencia. Luego sacan al compañero Ramón que estaba teso de la cintura; en últimas quedo yo y salí con una hernia.

Una foto de recuerdo y una bala de FAL

Cuando vamos saliendo, la emoción nos llevó a que nos tomáramos una foto, uniformados y con el fusil y yo llevaba mi foto, era foto instantánea, yo la encaleté en el autobús y esa foto se perdió, pero cuando llegamos a un retén nos requisan a todos, al compañero Ramón le encuentran una bala de FAL y por eso lo detienen y yo me preocupo cuando a él lo bajan a un barranco donde estaba el comandante de la tropa y ese «man» se da cuenta de la vaina y les dice que me requisen a mí.

Me requisan y yo en el maletín llevaba documentos y apuntes. Por esa vaina me detienen. Me detuvieron a mí solo, luego me colocaron detrás de una piedra y me tuvieron custodiado por dos militares contraguerrilla. Por la tarde me montan a un camión y me llevan para una base militar, luego en esa base militar por la noche comenzaron a torturarme y a decirme que les dijera en dónde era que quedaban los campamentos; yo les decía que no conocía campamentos, que yo no conocía por ahí, que estaba era haciendo un mandao’ y en esa me mantuve. Me torturaron, me dieron golpes por todas partes.

Me tuvieron dos días sin comer, era una zona fría, tiritaba. Un día de madrugada me sacan vendado y me montan a un convoy, me dije ya me van a matar. Iba en el camión del centro, ahí me llevaban; era pura contraguerrilla operativa. Llegan a un sitio y del monte sale tropa; cuando de pronto se baja el capitán del convoy y comienza a decir a este sujeto lo capturamos aquí y entonces me bajan y me entregan a otra topa.

Me llevaron para el batallón. Me dirigieron a un saloncito donde había como 30 militares y comienzan a darme toda una charla de lavado de cerebro, a decirme que la familia del Comandante Gabino vivía bien, mientras que yo como un huevón era el que estaba poniendo el pecho, que mirara cómo estaba, que mirara a mis hijos, mira cómo quedaba tu mujer y toda esa vaina.

Yo no me dejo convencer porque ya conocía la historia de nuestros dirigentes, la historia de Luis José Solano Sepúlveda que venía de ser un campesino. Como no logran conseguir su objetivo, entonces me mantienen alrededor de 50 días incomunicado dentro de una celda. En la celda contigua tenían al compañero Tunebo, del Frente Domingo Laín y fue como ese aliento que tuve.

Bueno, él cargaba unas cartas y me ponía a jugar con él. En las noches cuando estábamos durmiendo de pronto se metía un pelotón de soldados y nos alumbraban con unas lámparas y nos amenazaban que nos iban a sacar. Pura tortura psicológica. Lo que nos decían era que nos iban a sacar para que los lleváramos al campamento, les decíamos que nosotros no sabíamos nada de esos campamentos y yo les decía que no conocía por aquí.

El penúltimo día de reclusión llegó un helicóptero al batallón. Al día siguiente me llaman, me tomaron la presión y me trajeron un documento para que lo firmara diciendo que me habían dado buen trato. Yo firmo el papel, luego me mandan a hablar con el coronel, éste lo que me dice es que me voy en libertad. Me regresaron el maletín, la plata que tenía que eran 70 mil pesos. Yo lo que hago es que en toda la puerta del batallón espero a que pase algún carrito, llego a la población y me meto por dentro del mercado mirando siempre a ver quién me seguía, me hago el loco y espero a que el autobús se llene, cuando este arranca yo arranco a correr y me monto en el autobús.

Luego, cuando voy en el autobús, como a una hora, se monta un viejo con un maletín ejecutivo y se sentó a mi lado. Cuando iba más adelante, me dice el viejo: «Y qué ¿cómo te trataron allá abajo?» Cuando llegamos a la primera ciudad, la primera parada, el tipo se baja y se pierde; al ratico regresa y hablando solo, que se había equivocado de vía y se va. Luego aparecen tres carajos enruanaos, barbones, se montan en el autobús.

Seguimos en el autobús cuando llegamos a un estacionamiento de una parte que era como un estadero, vendían almuerzo. En conclusión, lo que me mandaron fue como una carnada para atrapar al resto de compañeros en la ciudad. Era el propósito en ese momento, de lo que yo logré interpretar. La cuestión es que yo me les perdí de vista.

De lo urbano a lo rural

Cuando retorno a lo urbano, me contacto otra vez con la Organización, me llevan a una casa clandestina. Me cuadraron una operación por lo de la hernia y luego del reposo planteo que me dijeran para dónde, que quería salir de lo urbano.

El encargado en ese momento era Adrián, me contacta con el compañero Cato, que es un campesino de base de nosotros. A finales de 1985 llego donde Cato quien me lleva hasta una región del Magdalena. En esa región comencé a desarrollar un trabajo de milicia, a organizar colectivos y la lucha contra los terratenientes de ese tiempo, los Paternostro, los Duque.

Era una lucha de campesinos en donde los terratenientes tenían paramilitares, porque en ese tiempo ya existía el MAICOPA – muerte a invasores, colaboradores, patrocinadores- por esa región. Tenían a un paramilitar que le llamaban Armando Gámez, que era un asesino que llegaba a las casas de los campesinos y le quemaba los ranchos, ahí asesinaron al compañero Anguito, en el caño Las Mulas, en Mulero. Ahí apareció el compañero.

En la lucha campesina por la tierra, ya habían engañado a los campesinos, la policía les decía que se entregaran y terminaron metiéndolos presos en la cárcel de Plato. Empezamos a organizar a los campesinos y a tomarnos diferentes tierras que eran del terrateniente, logramos avanzar. Ahí creamos una especie de resistencia campesina.

Estuve con los compañeros de esa región como año y pico. En esa etapa se aparece el compañero Ramiro Vargas, a mediados de 1986. El compañero nos desarrolla un taller y nos informa cuál es el propósito. El propósito era realmente construir un frente guerrillero en la Sierra Nevada. Ahí estaba el compañero José del trabajo cristiano de Bolívar, estuvo Atila, mi persona y el compañero Ramón. Teníamos unos revólveres, una munición, unas escopetas. De ahí salimos con la misión de penetrar hasta la Sierra Nevada.

La primera marcha

Las armas las transportamos en unos sacos de yuca en el carro que cubría la ruta y la llevamos hasta Fundación, de Fundación nos montamos en un bus de Coopetran y nos bajamos en el punto llamado El Uvito; eso lo hicimos los tres compañeros: Ramón, Atila y mi persona. Allí nos recogería un carro para entrar hasta la zona, en eso estaba el compañero Aníbal, que era el que venía y José. Con ellos venían dos compañeros más, que era Antonio y Evelio, aportes del Solano Sepúlveda.

Estando yo en la región del Magdalena, como un mes antes, ya había subido a la Sierra Nevada un equipo de compañeros que hicieron una exploración, hicieron una descripción del terreno, que fue la que nos guió a nosotros, cómo era el terreno, que era un territorio quebrado. Ya nosotros íbamos con una visión de ese trabajo que habían hecho los compañeros, entre esos estaba el compañero Reinaldo o Ramón -El Chimilo-, venían dos compañeros de Cartagena y Aníbal.

Les recuerdo que fue en el año 86 cuando determinamos irnos para la Sierra que fue la orientación de la Dirección Nacional (DN). Trasmitida por Ramiro Vargas. De la parte plana o de abajo salimos el compañero Atila, Ramón, José, Evelio, Antonio y mi persona. Los seis salimos a abrir ese trabajo allá en la Sierra Nevada.

En el sitio de El Uvito, donde esperamos a los compañeros que llegaron en un Jeep, nos trajeron todo. Los morrales eran unos sacos de polipropileno y las cargaderas eran gruperas de burro, con eso armamos el morral. La carpa era un plástico. Ahí echamos la comida, tuvimos que meter lo que eran las ollas, los cucharones, la bandeja y la ropa. Las armas que cargábamos nosotros eran un revólver, cada uno con 50 tiros.

De ahí llegamos a un punto (El Saltillo), el carro se regresó y empezamos la marcha guerrillera hacia la Sierra Nevada. Teníamos como vaquiano al compañero Ramón, que era un indígena chimila y conocía el terreno. Esa fue una marcha sin encender luces, el único era el compañero Ramón, quien iba de campesino; el resto lo seguíamos a él, toda la noche caminando.

Llegamos al primer punto para quedarnos, a este punto lo bautizamos como Campo sin sal, porque fue una de las cosas que se nos había quedado, la sal. Cuando ya eran las cuatro de la mañana teníamos que irnos así sea a mitad de cerro y nos escondimos porque ya comenzaban a transitar los campesinos. Ahí nos pasábamos el día hasta que anocheció.

El compañero Ramón, por su capacidad de indígena, olfateaba donde había agua, conseguimos un manantial e hicimos comida, cocinamos un arrocito y esa vaina con sardina, la comimos simple porque no había sal. Cuando eran las seis de la tarde, apenas fue oscureciendo nos fuimos preparando para seguir avanzando. Avanzamos de noche hasta que llegamos a la orilla de un río. Me acuerdo yo que ese fue el río Garupal; ahí nos mantuvimos y nos bañamos por primera vez.

Un campesino nos vio y tuvimos que hablar con él, darle una charla, bueno, el campesino nos guardó el secreto. Nos mantuvimos escondidos y por la noche seguimos avanzando hasta llegar a la parcela donde trabajaban unos familiares de Ramón. Recuerdo que a nosotros, los que veníamos de la ciudad, nos daba la pálida – desmayos- subiendo los cerros.

Llegamos como a las 11 de la noche. Dormimos en la casa y como a las cinco de la mañana nos fuimos para una bola de monte que había cerca. Armamos un campamentico y el compañero José nos tiró un taller casi como de una semana sobre Crítica y autocrítica, Planificación y Evaluación, los Principios y también nos marcó los Principios Político Ideológicos.

Trabajando casa a casa

Como por ahí nunca había estado guerrilla, a nosotros, para poder dar el siguiente paso, tuvimos que preguntarle al primo de Ramón si había alguien de confianza cerca y nos dice que sí, que hay un campesino como a tres horas de camino. No importa, dijimos, vamos pa allá.

La segunda casa de base era de la familia de la compañera Nidia, quien fue la primera mujer que incorporamos en el Frente. La fuimos vinculando.

Ese diciembre, la pasamos en la casa de base de un compañero. Estaba Elena, estaba Antonio, Atila, mi persona. El compañero José había salido a buscar relaciones para ver cómo conseguía compañeros para ingresarlos a la naciente guerrilla. En eso mandan a Mario, del Atlántico, que lo habían mandado de los grupos urbanos como logística y terminó quedándose con nosotros.

Ramón nos acompañó hasta ese diciembre. Él tenía a la mujer por allá en el Magdalena y a la hijita. Le cayó la falta de mujer y ese día amaneció aburrido. Para que no se fuera a desertar tuvimos que decirle que se fuera y luego se va Evelio y Antonio que habían estado prestando por un tiempo. Quedamos nada más Atila, Mario, José y mi persona; los cuatro.

El compañero Mario se vincula y ya éramos cinco. En unos trupillos que habían teníamos el campamentico, en unos potreros. Ahí pasamos ese 31 de diciembre y escuchábamos a la gente por allá parrandeando y nosotros allí solitos. Hicimos un acto cultural. Me acuerdo que yo dirigía el acto cultural y participó Atila con la canción «Chíngala Mariana, chíngala Mariana, la Mariana Chinga; fresca mi morena, fresca mi morena como una lechuga», que eran canciones que nos había enseñado el compañero José y muchas canciones revolucionarias. Compartimos unos caramelos y una botella de vino que teníamos y a lo que dieron las seis de la noche ya todo el mundo a acostarse.

Luego van llegando los compañeros que vienen del Armando Cacua, que fue el compañero Armando, la compañera Duvis, el compañero Ricardo – el famoso Yayo-. Del Parmenio llegaron Camilo y William.

Luego se incorpora también un compañero que venía de la escuela del Camilo, el compañero César, que era de los lados de Fundación. También se vincula Darío. Entonces éramos: Jose, Atila, Mario, Duvis, Armando, otro compañero que no recuerdo el nombre, Camilo, William, César, Andrés Barrios y Darío.

También, recuerdo yo que se vinculó al trabajo el compañero Aníbal, el profe, que era el motor de todo eso. Él estuvo también, desde un comienzo, en el trabajo del Magdalena y en la planificación de la construcción del frente guerrillero.

El Trabajo Político Organizativo

Comenzamos a abrir tres zonas. Una que agarraba hacia la región del municipio de Bosconia, departamento del Cesar, otra que tomaba parte del municipio del Copey hacia arriba, también en el departamento del Cesar y la tercera iba hacia la región de Chimila, Campamento, buscando hacia Sacramento en el departamento del Magdalena. Todo esto en el territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta que en verdad es una Sierra que abarca tierras de tres departamentos, el Magdalena, el Cesar y la Guajira.

En esa dinámica nos ayudó mucho para ganar la confianza del campesino, la permanencia de Atila, quien además de dirigente campesino en Magdalena, venía de una experiencia de odontología; aunque era un mal odontólogo, porque en vez de sacarle la muela a los campesinos lo que hacía era que los torturaba, les sacaba la quijá -los maxilares-.

Él les sacaba la muela, pero la persona quedaba con la boca hinchá y al día siguiente había que mandarlo pal pueblo.

Lo cierto es que siempre tratábamos de ayudar al campesino; que si tenía alguna fiebre le dábamos una pastilla, esa era una forma de nosotros abrir el trabajo. La parte de salud, la charla con el acompañamiento, compartíamos la comida con ellos, ellos hacían la comida y nos compartían.

La primera emboscada

Ya cuando nos expandimos, que éramos casi 12 fue cuando comenzamos a hacer acciones, comienza ya el enemigo a penetrar, nos dábamos a conocer en la región y el enemogo comienza a penetrar el territorio.

Me acuerdo que en ese tiempo fue cuando meten la contraguerrilla en la Sierra Nevada y se hacían nombrar ‘Los ardillos’, cada uno llevaba una cola de ardilla y a donde llegaban colocaban una bandera negra con una calavera y dos huesos atravesados en forma de equis.

En esa región, recuerdo yo que estaba el compañero José, Darío, ya se había incorporado el compañero Daniel y estaba la compañera Nidia, nosotros hacíamos parte de esa Comisión.

La entrada de esa contraguerrilla, desde que entra a la zona es golpeando a los campesinos. Los campesinos salían botando sangre por la nariz, por los oídos, por la boca; los mandaban para el pueblo botando sangre. A nosotros nadie nos paraba bolas, nosotros existíamos, pero nadie nos paraba bolas.

A nosotros nos tocó, al ver que el ejército enemigo estaba golpeando a los campesinos, hacer una acción, golpear a esos malparidos… entonces, recuerdo que nosotros habíamos hecho un niple – una granada casera-, le metíamos el estopín con el cable y la cargábamos.

Escogimos un sitio y todas las mañanas le hacíamos, estábamos en un filo y mirábamos si estaban o no, hasta que un día salieron y nosotros dijimos: «Vamos atacarlos» y nos le pegamos al corte y le íbamos a salir a un sitio y no pudimos, porque cuando nosotros íbamos saliendo, ellos también iban saliendo. Nos tocó ocultarnos, en medio de un pasto y dejamos que pasaran.

Cuando ya pasaron, entonces nos le fuimos por arriba a salir a otra zona que se llama No te Pases, el ejercito se queda por un sitio que le llaman Campana. Nosotros llegamos a No te Pases y nos les emboscamos, una emboscada que preparó el compañero José, me acuerdo yo que la emboscada la hizo de la carretera para abajo.

Yo me comencé a preguntar cómo es eso que vamos a emboscar desde abajo, porque en la escuela nos habían enseñado que la emboscada se ponía siempre en la parte de arriba. Ese día a nosotros no nos matan porque el ejercito se tiró de Campana para arriba; sin embargo, nosotros subimos, yo iba con mi inquietud, salimos a buscar al enemigo.

Llegamos a una casa campesina y nos dijeron que habían agarrado hacia arriba. Ya les habíamos agarrado la rutina, ellos siempre salían entre las ocho y media y las nueve de la mañana. Dormimos cerca de esa casa campesina. Arrancamos como a las dos de la madrugada. A las dos de la mañana el compañero José iba a montar otra emboscada igualita y a esa hora me tocó una discusión con él y decirle que esa emboscada nunca se podía hacer con los hombres abajo del enemigo, es decir, nos iban a aniquilar a todos y entonces él me decía que era una orden.

Yo le decía que si era una orden no la iba a obedecer; hasta que el hombre me dijo: «prepara tú la emboscada». Comencé a buscar y había un barranco en la carretera que tenía un cruce y dije: «Éste va a ser el sitio». Era un barranco y yo cargaba el niple. Entonces, aquí se pueden colocar dos hombres, aquí de frente, cuando venga el vanguardia le disparan y acá le tiramos el niple.

No sabía cómo ocultar el cable porque era un barranco y le pregunto yo ¿cómo hago para ocultar esto? y José me dice: «Invéntatela tú». Estaba rabioso el viejo. Yo lo que hago es que me la ingenio, yo cargaba en ese tiempo un cordel, nos montamos arriba del barranco y amarro el niple con el cordel y lo dejo así, que cuando pasaran yo soltaba el cordel y ¡pan!

Preparamos la emboscada, estábamos todos emboscados. El compañero José, para ese tiempo, cargaba una UZI, Nidia y yo un revólver, Daniel tenía una pistola y Darío la escopeta. Daniel y Darío eran los que iban a reventar. Al ratico sentimos los pasos de la vanguardia del ejército tan, tan, tan… y al ratico otro. Iban silbando contentos porque ya habían jodido a los campesinos de arriba.

– ¡Dispara!, ¡dispara! Vamos a atacar nosotros, gritamos de un lado.

– Bueno, vamos pa’ esa”, respondió José y se rompió la aparente monotonía.

El primero que hace el rafagazo es José… ¡Praaa! Y yo… ¡Punnnn!, explotó el niple y se forma esa plomera hijueputa, nos replegamos por toda una cerca hacia arriba: ta, ta, ta, ta, ta ¡Dele!, ¡dele!, ¡dele!

Cuando estábamos allá arriba, como la tropa estaba partida, la mitad quedó para el lado contrario y esta disparaba y la otra le respondía, dándose entre ellos mismos y nosotros avanzando. Cuando estábamos allá arriba, cuando paraban, nosotros veníamos y ¡pan, pan, pan! y ellos ¡ta, ta, ta! y ponían la ametralladora a funcionar.

Bajamos por un camino, llegamos a una casa de base y pedimos agua; les preguntamos si habían visto a algunos compañeros y nos dicen, allá arriba van, ve, señaló con el índice un campesino.

Iban delante de nosotros y nosotros esperándolos. Entonces les gritamos y subimos a otro filo, el ejército iba subiendo y cuando estaban arriba le gritamos: ¡Ejército de Liberación Nacional! ¡Ni un Paso Atrás, Liberación o Muerte!

El comandante nos contestó: Elenos hijos de puta, vengan pa’ que vean. Nosotros les decíamos: Vénganse, vénganse pa’ que vean, asesinos de campesinos, por qué no se unen a nosotros.

Ellos pensaban que teníamos otra emboscada preparada. Hasta que los milicos se bajan y nosotros nos replegamos también. Al día siguiente los campesinos nos dicen que llevaban un herido, uno puyao por la barriga y otro en la pata, iban putos porque salieron jodidos.

Una victoria moral

El compañero Darío no tenía el manejo de la escopeta, la carraca se le movió en el rastrojo y por eso la carabina no dispara, no pudo reventar, que fue hasta una suerte que no hubiera disparado, porque el ejército había agarrado al hijo de un campesino, le dieron golpes, lo uniformó y lo llevaban por delante, que si nosotros disparamos en la emboscada matamos al campesino.

Desde esa vez, todos los campesinos alegres comenzaron a buscarnos para que les resolviéramos los problemas. Comenzamos a ganar reconocimiento por esa acción, eso nos hizo crecer.

Los campesinos de base del trabajo campesino nos habían enviado antes unas carabinas M1 que se habían recuperado en Oceanía; luego nos llegó el Garand que nos mandaron de Barranquilla, nos fuimos armando poco a poco.

Luego hicimos una acción por los lados del municipio de Bosconia. Llegamos a una zona de este municipio en donde se emboscó a un grupo de delincuentes que estaban armados, recuperamos unas pistolas. También a unos paramilitares que estaban penetrando a la zona, pararon en una estación y también los asaltamos y les recuperamos unas armas y así nos fuimos armando y copando nuevos territorios.

Rumbo a la Guajira

Con el tiempo me mandan a comisionar con Julio para abrir trabajo hacia la Sierra Nevada, por la parte de la Guajira. Es cuando nos metemos por Sabanas de Juaquina, Cerro el Lago, Sabanas de Manuela y fue cuando nosotros empezamos a coordinar con los compañeros del EPL – Ejército Popular de Liberación- que en ese tiempo operaban por la zona; coordinamos y comenzamos a hacer trabajo por esa región.

Eso fue un trabajo de construcción de base, creando las condiciones para lo que después se llamó Frente Guerrillero Gustavo Palmesano. El nombre del frente viene del compañero dirigente obrero de los trabajadores del carbón, que cayó en combate. Esta sería otro trazo de la historia por contar.

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