De nuevo los obreros y el crecimiento del sentimiento clasista
En esta época encontramos que los militantes obreros, que se dispersaron a raíz de la detención de los religiosos y la ola de persecución de los años anteriores, comienzan a sacar la cabeza, metidos en la dinámica social obrera y a interrogarse por la conexión nacional con el ELN.
Un hecho de mucha importancia obra a favor, la huelga de los trabajadores de Álcalis de Colombia en 1977, que jalona un fuerte movimiento de solidaridad obrero, campesino y popular no sólo de la ciudad sino de toda la Costa Atlántica. Camiones de bastimento -yuca, ñame, plátano, patilla, melón- llegan a los campamentos de los huelguistas; los estudiantes y el movimiento cultural, los pobladores de barrios, la corriente cristiana, en fin, todo un enjambre de multitudes y de activistas hace suya las reivindicaciones de los obreros alcalinos por mejorías en el salario, estabilidad laboral, mayores niveles de protección social y fortalecimiento de la educación pública.
El movimiento fue duramente golpeado, pues a nuestro modo de ver hoy las cosas, se perdió el momento de mayor correlación de fuerzas para avanzar en las negociaciones.
Sucedió lo mismo con las luchas obreras del proletariado industrial y de servicios, surgido en los años sesenta. Se amplía y consolida el sentimiento clasista, que se vuelve mayoritario en el seno de los trabajadores bolivarenses, echando raíces en las federaciones que conforman las centrales obreras de dirigencias progobiernistas, surgiendo a su interior expresiones clasistas que se empatan con la corriente sindical clasista no confederada, llamada independiente.
Toda la franja de la zona industrial de Mamonal es expresión de un vigoroso sindicalismo clasista, autónomo y revolucionario cruzado por distintas vertientes del pensamiento político de izquierda. Los trabajadores de los servicios de salud, educación, energía y aguas cuentan con direcciones sindicales clasistas que jalonan niveles de luchas importantes tanto fuera como por dentro de las federaciones sindicales con dirigencias progobiernistas.
Es todo un fervor social y político donde germinan las ideas revolucionarias en los obreros y se despierta la solidaridad con los pueblos del continente y del mundo. Recuerdo las grandes movilizaciones en rechazo al imperialismo norteamericano por su abierta participación en el derrocamiento del presidente Allende, las conmemoraciones del 8 de octubre, el primero de mayo y todas esas manifestaciones antiimperialistas que movilizaban la conciencia de identidad obrero popular.
Paro Cívico del 77
Con todo este potencial de movilización popular el movimiento revolucionario no dispuso sus capacidades y voluntad para participar del Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977, gran insurrección popular que nos dejó la lección de que una cosa es lo que piensan los dirigentes y otra vaina es lo que piensa y siente la gente.
Ni por allí se les atravesó por la cabeza a los dirigentes de las centrales obreras predominantes -Central de trabajadores de Colombia CTC; Unión de Trabajadores de Colombia UTC, y Central General de Trabajadores CGT- que su llamado a una movilización nacional, para exigir al gobierno de Alfonso López, salarios mínimo justos, cumplimiento a los convenios laborales, la no venta de los activos estatales y cese a la represión laboral, fuera a tener tanta fuerza en la masa obrera y popular convirtiéndose en una insurrección popular que estremeció los cimientos del país.
Pero tampoco los dirigentes clasistas del sindicalismo independiente, en todas sus versiones y vertientes, creyeron en una radical movilización popular, todos, al contrario, llamaron a la no participación porque a su modo de entender era una patraña más de las centrales patronales y reformistas, incluida la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia- CSTC-, un engaño más a los trabajadores.
Esto incidió para que en la ciudad de Cartagena el paro cívico de 1977 fuera una movilización tradicional en el centro de la ciudad por los trabajadores agrupados en las centrales obreras.
Fue en los barrios populares donde se dieron los bloqueos de vías y peleas con la fuerza policial pues la gente salió a levantar las barricadas, bloqueos que duraron 24 horas.
Mientras el país se incendiaba por los cuatro costados, dirigentes ML y otros estaban debatiendo la pertinencia o no de la orientación política trazada. Resaltar que fuimos muchos los dirigentes y activistas obreros influenciados por la corriente camilista los que desobedecimos las orientaciones del sindicalismo independiente y nos metimos en las barricadas y peleas en las barriadas.
Nueva corriente obrera sindical
Es en este ambiente político donde comenzamos a nuclearnos alrededor de una corriente sindical crítica y autocrítica de todo ese sectarismo de izquierda, corriente unitaria que se puso a la tarea de rescatar toda una herencia de lucha revolucionaria obrera y trabajó una dinámica de alianzas campesinas y popular, y se conectó más adelante con otra corriente en Barranquilla que nos llevó a participar de una propuesta que se llamó Alianza Obrero Campesina y Popular.
Una especie de convergencia social que pretendió tener un alcance nacional. Este proyecto nacional sirvió para ir restableciendo los nexos políticos entre las dos ciudades: Barranquilla y Cartagena.
La corriente sindical no adoptó ningún nombre pues preferimos que se expresara a través de una práctica unitaria, la solidaridad, la formación y acción en el antiimperialismo. Se desarrolló a través de esta corriente la propuesta de federación unitaria de Bolívar y, cuando nació la Central Unitaria de Trabajadores, vimos que no estábamos tan desorientados.
La rebeldía juvenil y estudiantil
Entre 1977 y 1984, se hizo presente la rebeldía juvenil que estalla en los colegios y universidades de la ciudad. La juventud estudiantil de mayor dinámica de lucha fue la secundaria, que llegó a constituir un movimiento amplio que dio significativas batallas por el bienestar estudiantil; movimiento que encontró en los profesores una motivación, quienes desde su condición de docentes estimularon la toma de conciencia de miles de estudiantes.
La situación de los estudiantes era precaria: no existían políticas de transportes, sin servicios de alimentación, poco estímulo al deporte y las canchas de fútbol eran potreros y las mallas de voleibol unas coladeras; el impulso a la investigación era nulo y “los laboratorios eran una cosa de mierda”, me dijo un estudiante del Liceo Bolívar, no tenían lo más mínimo necesario para hacer experimentaciones de lo estudiado en Física o en Química.
La excusa de las autoridades era que no había cinco centavos para invertir por el déficit presupuestario existente y que debían aportar los estudiantes un poco de dinero para el sostenimiento de los colegios públicos.
A toda esta situación de los estudiantes se suma, desde el colegio de mayor combatividad en este momento, el Instituto Nacional de Educación Media (INEM), un grupo de los estudiantes que se lanzan a una huelga de hambre en las instalaciones de la Unión Sindical Obrera de Cartagena, hecho que atrae la solidaridad de los trabajadores de la Zona Industrial de Mamonal y de los pobladores de los barrios Nuevo Bosque, Ceballos, los Caracoles y otros de la franja suroccidental.
Después de un tiempo la lucha es victoriosa y marca un ascenso político organizativo en este instituto de enseñanza media, en la cual se destacó Pablito Hipotálamo quien más tarde fuese jefe guerrillero urbano y rural; también desde esta lucha emergió nuestro Comandante de Dirección Nacional Samuelito.
Como tal debemos reconocer que nuestro liderazgo se fortaleció y se comenzó a regar ampliamente lo que sería más tarde la Corriente Camilista Estudiantil, otro proceso de identificación política que surgió de todas las expresiones de lucha. Una huelga de hambre donde se comía de noche y cuando fuimos a levantar la carpa encontramos un cuarto lleno de cajas de comidas de cartón donde venía empacada la comida.
La lucha por la tierra
Igual estímulo comenzó a tener la lucha por la tierra de los campesinos del centro y norte de Bolívar quienes se organizaban en comités y sindicatos agrarios, en comités de usuarios de tierra y en Juntas de Acción Comunal. Los comités agrarios y sindicatos en los cuales teníamos incidencia política y los comités de usuarios venían de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC).
No nos interesaba tanto unificar todo en un solo instrumento organizativo. Lo más importante era poder contar con instrumentos organizativos desde los cuales dar la pelea, organizar la lucha de los campesinos desposeídos de la tierra.
Para este momento se organizan las primeras tomas de tierras en el norte de Bolívar en los municipios de Arjona, Santa Catalina, María La Baja, Turbana y se fortalece la lucha de la ANUC por asistencia técnica y créditos en los municipios de San Juan de Nepomuceno, el Carmen de Bolívar, Calamar, San Jacinto.
Inseparable de la lucha por la tierra en el campo viene el impulso de las tomas de tierras urbanas en las cabeceras municipales dado que el campesino costeño tiene sus cultivos en el campo, pero vive en las cabeceras municipales; sale muy temprano a asistir la parcela y vuelve en las tardes a su vivienda urbana. Como parte de la construcción social en todas las recuperaciones de tierras urbanas y rurales hay destacamentos de estudiantes y profesores desarrollando campañas de alfabetización, de salud, sembrando en la parcela de tierra de manera colectiva.