NACIMOS, CRECIMOS Y NOS MANTENEMOS EN EL CAMPO
De La Aguja pa’ arriba
La comisión predecesora del frente Francisco Javier Castaño comenzó su trabajo de base en varios sectores que colindan con la troncal del Caribe, entre La Aguja, La Unión, La Secreta, El Reposo, es decir, desde Puente La Aguja hacia arriba, todo en la Sierre Nevada.
Comenzaron las primeras incorporaciones al frente guerrillero a principios de 1991, a pesar de dos elementos contrarios a sus planes. El primero es que los frentes 19, 41 y 59 de las Fuerza Armada Revolucionaria de Colombia (FARC) tenían copados toda la parte intermedia de la Sierra Nevada que era Nueva Granada, La Quiebra, Siberia, El Chimborazo, San Javier, San Pedro, zonas altamente pobladas y/o con importante producción cafetaleras.
Lo segundo es que las FARC comenzaron una campaña contra los recién llegados. Que si los elenos eran violentos, que si impondrían sus modos, pero los compañeros empezaron hacer un trabajo suave, preciso y dieron un ejemplo contrario a lo que decían de ellos, mientras que las FARC venía de cometer algunos atropellos y ajusticiamientos innecesarios que afectó su credibilidad.
Unas de las propuestas que gustaban del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en la zona fue la de organización del movimiento estudiantil y campesino en torno al proyecto de los colegios agropecuarios. Logramos un colegio con 600 estudiantes agrupados, equipamientos e infraestructura.
“Se va usted o me voy yo”
Con el movimiento campesino en marcha, a finales de 1991 el Ejército militariza los colegios y escuelas de toda la zona intermedia de Sierra Nevada en la parte del departamento del Magdalena.
La respuesta de la gente se hizo con el siguiente alegato narrado en la voz de Pero. La Constitución no dice en ninguna parte que los centros educativos pueden ser militarizados. Igual fueron militarizados, el movimiento campesino organizó la gran marcha de 1992.
El gobierno recurrió de nuevo a la persecución y represión, el asesinatos de líderes campesinos por parte de bandas armadas privadas, como también por el ejército. Las persecuciones y desapariciones eran las novedades, se hicieron masivas las judicializaciones, hostigaron a la gente con amenazas y visitas regulares de las fuerzas del Estado a todas las poblaciones.
Es cuando las FARC potencian las milicias conocidas entonces como Células Guerrilleras Locales o Autodefensas Campesinas y arrecia el trabajo militar y las tomas de puestos de policía en la zona.
En Lourdes, un punto en toda la región intermedia de Sierra Nevada por el lado de Magdalena, la situación era similar y los jóvenes en su mayoría se vinculaban a las FARC. Solo tres familias mantenían lazos orgánicos con el ELN.
Todo este maremoto debilitó el movimiento campesino, concluye el Viejo Pedro, quien recuerda claramente cuando su hermano le dijo, en referencia a la guerrilla, Se va usted o me voy yo. Se fueron ambos al ELN, eran de los pocos vinculados en Lourdes desde que llegó El Mono a la finca de su padre.
Parranda y combate en Palmor
Palmor era una población próspera de la Sierra Nevada con una amplia producción de cacao y café, ganadería y comercio en general estable, donde confluían gentes no solo de la serranía, sino del plano del Magdalena, Cesar, Santander y del resto del país.
Con agradable clima frío y una población considerable, trabajadora y solidaria con propios y extraños. Palmor significó una solución económica para la gente de la zona ya que aportaba una economía saludable y gente joven para el desarrollo social.
San Pedro de La Sierra tenía características similares a Palmor, buena gente, buen comercio, buena producción. Hasta que entraron los paramilitares comandados por Jorge 40 en 1997 e instalaron una base de operaciones con más de 500 hombres, con masacres y desplazamiento de por medio.
Dos años más tarde lanzaron la amenaza contra Palmor, a finales de diciembre. Era considerado un bastión guerrillero, las bases sociales y campesinas en su gran mayoría simpatizaba con las causas revolucionarias..
El Frente Francisco Javier Castaño había logrado un notable crecimiento militar, político, con un despliegue territorial más amplio al que tuvo la comisión fundadora los primeros dos años.
La noche del 23 de diciembre hubo dos cosas en Palmor, :la parranda y combate. La gente creía en nosotros y pasó el resto de diciembre parrandeando, los combates se escuchaban como telón de fondo, nos cuenta Pedro, como si estuviera todavía en la trinchera, con escasas municiones pero con el pastel de arroz, la carne de puecco, y todo tipo de comida hizo llegar la gente desde esa noche de diciembre hasta el 3 de enero de 2000.
Los paramilitares, a pesar de la capacidad fuego y tropas con que contaban y del apoyo del ejército en otras bases que habían logrado posicionar en la región, no pudieron romper con la defensa del pueblo y la guerrilla en Palmor.
No sería el único diciembre que cogería a Pedro metido en una trinchera, pensando en su primer día de incorporación con un par de botas viejas, una hamaca, la macheta, como la que llevaba bajo ese árbol el día de la entrevista, dos mudas de ropa y los ojos vivaces.
Siete días y siete noches de combates
El desarrollo de la guerra a final de la década de 1990 dejó varias enseñanzas para Pedro. Lo primero es que la guerrilla en masa había perdido la modalidad guerra de guerrillas porque ya pensábamos en guerra de posiciones, anota, mientras miraba con serenidad hacia un punto ciego de la montaña.
Lo otro es que por confiar que se tenía construida una retaguardia se descuidaron otras zonas de control territorial guerrillero por donde comenzó a posicionarse el enemigo.
Y en tercer lugar no se atinaba en el uso de explosivos y municiones, porque eso era lo que buscaba el enemigo, que nos quedáramos sin pertrechos, analiza.
Eso sucedió en lo que hoy se conoce como los combates del Filo La Puya, entre Santa Clara y Sacramento, de Fundación hacia arriba – en el Magdalena–. Fueron siete días y siete noches de combate.
El cuarto día de combate, después de tratar de sostener por todos los medios la línea de combate, los mandos del frente Francisco Javier Castaño y de las FARC organizaron operativos en conjunto con dos objetivos. Uno es atacar las posiciones de los paramilitares y sus campamentos, y el otro objetivo evitar el aterrizaje de los helicópteros que el ejército enviaba con pertrechos para suministrar a éstos.
A Pedro, que ya era mando de una escuadra militar, lo habían enviado a emboscarse con un minado muerto en una zona del río Ariguaní pero al tercer día lo llamaron por radio con la orden de girar hacia Sacramento porque ambas guerrillas habían acordado tomarse la base militar de Santa Clara, una antigua base gubernamental que había sido tomada por la guerrilla a finales de los noventa y luego copada por los paramilitares.
Como las municiones eran escasas y el tiempo apremiaba, la toma en Santa Clara sería a punta de explosivos. El día del asalto, los paramilitares se habían replegado, primero hacia Buena Vista y luego hacia Algarrobo en dirección a la tierra plana por el municipio de Fundación, pero seguían al mismo tiempo con las bases de operaciones de El Cabrero y la hacienda Pinilla, y también habían establecido otra base entre Siberia y El Largo.
Le metimos a la base de Siberia y no pudimos, tuvimos que retroceder y de allí en adelante se dio toda la arremetida del Ejército; de no ser por las Milicias que construimos después de 1995 y a nuestra base de apoyo, no hubiésemos resistido la arremetida de finales de los noventa, como la del Filo La Puya, reflexiona Pedro.
El plan del paramilitarismo por esos años, –brazo armado ilegal del Estado–, fue el de desarticular el tejido social de la población. El ejército hizo lo propio tomando puestos estratégicos para ir luego posicionándose, desde abajo hacia arriba, los territorios dominados por las guerrillas.
La Sierra Nevada de Santa Marta y toda la troncal del Caribe significaban nuestra principal fuente política, económica y social, era una zona estratégica. De allí la intensa disputa con el Estado y el narcoparamilitarismo. La coordinación militar entre Jorge 40, quien entró el año 2000 por Ciénaga Magdalena, y el grupo paramilitar que conducía Hernán Giraldo y operaba entre Guachaca, Parque Nacional Tayrona y la ciudad de Santa Marta, era un corredor vital para ellos.
La primera crisis
Cuando se fue pal’ monte porque la legalidad no tenía nada asegurado para él y su familia. Se fue con los justo, y luego de tres meses fue que se le dotó de un plástico para fijar la carpa. Un compa de base sabía que no tenía plástico y me ofreció uno, pero por disciplina le dije al mando y me autorizó a utilizarlo, eran tiempos muy bravos, relata Pedro.
Ya el ELN había logrado unas tareas militares reivindicándose como Frente Francisco Javier Castaño en Lourdes y San Ángel. Las incorporaciones eran realmente pocas, el trabajo parecía lento.
A finales de 1992 se vino la crisis de separación de la UCELN, y el Frente quedó bastante mal parado, con solo seis combatientes. La Corriente de Renovación Socialista se había llevado un grupo de hombres muy buenos, las armas y parte de la economía del frente. Pesaba además la mala relación con las FARC, arrastrada desde la incursión de El Mono y la primera comisión elena en la zona.
Con la llegada del comandante Argemiro a la zona (1993), el ELN se propone un conjunto de políticas para fortalecer lo ya construido. Lo primero fue las incorporaciones orientadas al trabajo político organizativo. Para esta tarea designaron al compañero Baltazar. Al pequeño grupo “nos enviaron a un taller político-militar”.
Con los amigos del colegio y de la casa y con una breve y profusa preparación Pedro se internó en su comunidad a hacer el trabajo de captación y organización de masas, sobre todo de gente que era de FARC pero que “estaba muy desmoralizada con la arremetida del Gobierno”.
También llegaron por 1993 los compañeros Vicente, Diana y Pedrón, éste último es jefe de la Dirección del Frente de Guerra Norte, viene de lo urbano con una experiencia operativa y su objetivo era ver como ampliar lo del Castaño.
Superada la crisis de separación de la UCELN, se crearon dos comisiones de trabajo. La Che Guevara que operaría entre Fundación, Buena Vista Algarrobo y Santa Clara y la comisión Tayrona que operaría entre Ciénaga y Santa Marta tomando como límite la troncal del Caribe.
Nos mantuvimos esos años después de la crisis de separación pero sin visión. No había evaluación ni plan de desarrollo, las estructuras estaban aisladas incluso de otros frentes. La globalidad y orientación no estaban para mi muy claras, cerró Pedro. Entre 1993 y 1995 el frente no superaba las 30 incorporaciones nuevas.
El crecimiento, tres valoraciones
La consolidación y crecimiento del frente Francisco Javier Castaño vendría a partir de 1995, con dos elementos a resaltar. El primero de ellos fue la reestructuración general de ese año y el segundo fue la celebración del III Congreso en 1996 y lo que se desprendió de éste.
Cuando el compañero Kalet asumió la Dirección Política del Frente, en 1995, llegó con unas orientaciones específicas para estimular el crecimiento: Reestructuración del frente y las comisiones, política de incorporaciones, ampliación del territorio, economía y trabajo político organizativo en toda la región, incluyendo coordinación con otros frentes de guerrilleros.
“Hasta donde estaban las FARC nos metimos, en algunos sitios con previo acuerdo y en otros sin pedir permiso”, recuerda Pedro a la vez que menciona los nuevos territorios como Minca, Palmor, La Tagua, San Pedro y San Javier.
Pedro destaca igualmente la participación de dos maestros que ayudaron mucho con la formación política e ideológica de los viejos y nuevos combatientes que tenían mucho carisma. Hubo una gran motivación con estos formadores, muy buenos en la formación y en el trabajo de masas, agregó.
Pero la entrada de Kalet con las nuevas orientaciones coincidió con la celebración, un año más tarde, del III Congreso Nacional del ELN, lo que sería un impulso adicional para el todavía reciente frente guerrillero. La fuerza que tomaron las incorporaciones permitió que en 1996 se crearan las Milicias del ELN, con jóvenes en su mayoría ya que el empleo en la zona era bastante precario y no había posibilidades de educación.
Del III Congreso se rescató y fortaleció, puntualiza Pedro, la política de centralización de la fuerza tanto en lo político como en lo militar. Ese mismo año se celebró la primera escuela de combatientes del Frente Castaño y con más de 60 nuevas incorporaciones. El año siguiente, 1997, viajan los primeros compañeros a pasar experiencia de escuela de oficiales y mandos o cuadros políticos.
Nació el primer destacamento con 32 hombres en 1997, mientras que el frente en conjunto con el Seis de Diciembre aportaron unidades, más tarde, en el año 2000, para la creación de la compañía Héroes de las Bananeras.
Las coordinaciones con otros frentes guerrilleros, el aporte a la compañía Héroes de las Bananeras, o simplemente el intercambio de responsabilidades o compañeros de distintas áreas fueron en principio recibidas con resistencia. Fue muy duro porque cada quien tenía una parcelita en la cabeza y entonces te decían yo soy del Seis, yo soy del Castaño, yo soy del tal comisión, pero poco a poco se fue acomodando. Se puso a prueba cuando enviaron en 1997 una comisión conjunta entre el Seis de Diciembre y el Castaño para trabajar en un sector del río Ariguaní.
Fue un proceso de crecimiento general corto pero continuo y sistemático, en lo político, lo militar, lo geográfico, con compra de armamentos, coordinaciones con otros frentes, relaciones de respeto con FARC y operativos conjuntos.
A pesar de todo este crecimiento, a la centralización política y militar, la profesionalización de la tropa, el ELN experimentó varios escollos durante la arremetida militar del Estado y los paramilitares a finales de 1990 y principios de la década del 2000. No contaba con francotiradores y por lo tanto con puestos de observación para francotiradores, que podían darle otra perspectiva a la confrontación de la Sierra Nevada. La confrontación fue directa, tiro a tiro, una guerra de posiciones, como indica Pedro,y se debilitó el concepto de guerra de guerrillas.
Lo otro fue que para el momento no sabíamos manejar los cilindros” –misiles artesanales– como los que manejaba las FARC, ni teníamos otras especialidades con las que contamos hoy, concluye.