Triunfo de la Revolución Sandinista y otros acontecimientos (1977-1984)
Son años de intensa lucha social y política, la que no se detiene muy a pesar de haber una situación de división y dispersión de la izquierda. Parece que lo más significativo es que cada tendencia o grupo de izquierda motivaba la lucha, aunque no fuera en un ambiente de fraternidad y solidaridad, sino de mucha competencia política, buscando ampliar sus influencias y quizás demostrar la justeza de sus planteamientos políticos.
De notable impacto fue el triunfo de la Revolución Sandinista y la lucha de liberación de los pueblos centroamericanos que de nuevo colocaron de relieve la urgencia de la lucha armada revolucionaria como imperativo y el papel de los cristianos revolucionarios en las luchas de liberación. Los testimonios de la insurrección popular sandinista se volvieron estimuladores de toda una nueva generación de jóvenes que se incorporaban a las filas revolucionarias del ELN a partir de 1978.
El influjo de la Revolución Popular Sandinista aportó crecientemente al ascenso de la lucha popular en Colombia y en las tierras karibeñas se vieron teñir de más coloridos insurreccionales y un volcán de mujeres y hombres fortalecieron también a las organizaciones rebeldes y guerrilleras del ELN, FARC, M-19, EPL. La presencia de Sandino y Farabundo Martí se coló en el torrente popular, se hizo sentir su influencia aumentando la dinámica revolucionaria en los cristianos, en los obreros, en las comunidades barriales urbanas, en las juventudes estudiantiles de secundarias y universitarios, en las mujeres y en todo el tejido social popular dando fuerza a las perspectivas de nuevo país, de una Nueva Colombia marchando junto a un continente a punto de explotar.
Los elenos y elenas de Cartagena, del norte y centro de Bolívar, vivíamos intensamente los acontecimientos pues allí se ratificaba el compromiso de liberación o muerte. Arriesgando una conclusión puedo decir que la Revolución Popular Sandinista ayudó a proyectar más lo cristiano revolucionario y la teología de la liberación; ratificó la participación del pueblo como sujeto de la liberación, ayudó a darnos un perfil más insurreccional a la lucha y en la conciencia de los desposeídos se vio que sí podíamos cambiar las estructuras generadoras de injusticias.
Lo cristiano y barrial de la mano
Los militantes del ELN que veníamos agrupándonos en el sector cristiano seguíamos la acción organizadora alrededor de los fundamentos políticos creados en el movimiento Golconda. Esta acción se realizaba sobre todo en las barriadas populares viviendo el compromiso de fe y de estar fundidos con los más pobres, desarrollando lo que se llamó trabajo popular en las barriadas de mayoría negra y mestiza, tanto en la zona sur-oriental, como en los barrios de la periferia de la zona industrial y otros, también llenos de negruras y mestizajes. Es precisamente en este proceso de mayor inserción popular del trabajo cristiano donde fue encontrándose lo cristiano con el activismo obrero estableciendo nexos de solidaridad y acción común.
Al crecer la migración de la gente expulsada de los municipios del norte y centro de Bolívar, también de otros municipios de los departamentos de la Costa Karibe colombiana como Córdoba y Sucre, se fueron dando nuevas, sucesivas y masivas tomas de tierras urbanas en las afueras de Cartagena y en las franjas territoriales sur-oriental y sur-occidental. Desde estos procesos de urbanización con ingeniería popular surgió en 1980 el dirigente social popular César Flórez González, todo un líder que se identificó con el devenir de las luchas, con los fundamentos del camilismo. César Flórez era militante del Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Brotan desde la superficie de los grandes conflictos por la tierra en la ciudad, los procesos de coordinación barrial, asociaciones, comités cívicos y organizaciones comunales de los territorios sur-oriental y sur-occidental de Cartagena, el activismo eleno y del PSR jugaron un papel importante basado en la solidaridad. Cualquier lucha barrial nos convocaba a las dos organizaciones. Unir en la lucha y seguir debatiendo la política, esencia de la unidad camilista nos guiaba.
De nuevo los obreros y el crecimiento del sentimiento clasista
En esta época encontramos que los militantes obreros, que se dispersaron a raíz de la detención de los religiosos en 1976 y de toda la ola de persecución de los años anteriores, comienzan a sacar la cabeza y a interrogarse por la conexión nacional con el ELN.
Un hecho de mucha importancia obra a favor de este proceso de lucha y coordinación, la huelga de los trabajadores de Álcalis de Colombia en 1977, que jalona un fuerte movimiento de solidaridad obrero, campesino y popular no sólo de la ciudad de Cartagena sino de toda la Costa Atlántica. Camiones de bastimento y frutas (yuca, ñame, plátano, patilla, melón) llegan a los campamentos de los huelguistas; los estudiantes y el movimiento cultural, los pobladores de barrios, la corriente cristiana, en fin, todo un enjambre de multitudes y de activistas hace suya las reivindicaciones de los obreros alcalinos por mejorías en el salario, estabilidad laboral, mayores niveles de protección social y fortalecimiento de la educación pública.
El movimiento fue duramente golpeado porque no aprovechó el momento de mayor correlación de fuerzas para avanzar en las negociaciones.
Todas las luchas obreras del proletariado industrial y de servicios amplían y consolidan el sentimiento clasista, que se vuelve mayoritario en el seno de los trabajadores bolivarenses. Este sentimiento clasista también echó raíces en las federaciones sindicales controladas por dirigentes progobiernistas, surgiendo a su interior expresiones clasistas que se empatan con la corriente sindical clasista no confederada, llamada independiente.
Toda la franja de la zona industrial de Mamonal es expresión de un vigoroso sindicalismo clasista, autónomo y revolucionario cruzado por distintas vertientes del pensamiento político de izquierda. Los trabajadores de los servicios de salud, educación, energía y aguas cuentan con direcciones sindicales clasistas que jalonan niveles de luchas importantes.
Es todo un fervor social y político donde germinan las ideas revolucionarias en los obreros y se despierta la solidaridad con los pueblos del continente y del mundo. Recuerdo las grandes movilizaciones en rechazo al imperialismo norteamericano por su abierta participación en el derrocamiento del presidente Allende, las conmemoraciones del 8 de octubre, el primero de mayo y todas esas manifestaciones antiimperialistas que movilizaban la conciencia de identidad obrero y popular.
Paro Cívico del 77
Con todo este potencial de movilización popular el movimiento revolucionario no dispuso sus capacidades y voluntad para participar del Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977, gran insurrección popular que nos dejó la lección de que una cosa es lo que piensan los dirigentes y otra vaina es lo que piensa y siente la gente.
No se les atravesó por la cabeza a los dirigentes de las centrales obreras predominantes, la Central de Trabajadores de Colombia (CTC), Unión de Trabajadores de Colombia (UTC), la Central General de Trabajadores (CGT) y la Central Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC), que su llamado a una movilización nacional, para exigir al gobierno de Alfonso López, salarios mínimo justos, cumplimiento a los convenios laborales, la no venta de los activos estatales y cese a la represión laboral, fuera a tener tanta fuerza en la masa obrera y popular convirtiéndose en una insurrección popular que estremeció los cimientos del país.
Pero tampoco los dirigentes clasistas del sindicalismo independiente, en todas sus versiones y vertientes, creyeron en una radical movilización popular; todos, al contrario, llamaron a la no participación porque a su modo de entender era una patraña más de las centrales patronales y reformistas, incluida la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC), un engaño más a los trabajadores. Esto incidió para que en la ciudad de Cartagena el paro cívico de 1977 fuera una movilización tradicional en el centro de la ciudad por los trabajadores agrupados en las centrales obreras.
Fue en los barrios populares donde se dieron los bloqueos de vías y peleas con la fuerza policial pues la gente salió a levantar barricadas, bloqueos que duraron 24 horas. Mientras el país se incendiaba por los cuatro costados, dirigentes ML y otros estaban debatiendo la pertinencia o no de la orientación política trazada.
Es de resaltar que fuimos muchos los dirigentes y activistas obreros y populares los que desobedecimos las orientaciones del sindicalismo independiente y nos metimos en las barricadas y peleas en las barriadas con lo cual fortalecimos la incidencia y la legitimidad de la corriente política camilista. Me acuerdo que me encontré con la abuela en la noche y me dijo “hijo le dimos un tapaboca al borracho de López y toda esa parranda de infelices”. Yo me sonreí por que mi vieja era de una sabiduría innata. No sabía leer letras pero leía la realidad de Colombia por que la padecía.
Nueva corriente obrera sindical 1981
Es en este ambiente político donde comenzamos a nuclearnos alrededor de una corriente sindical crítica y autocrítica de todo ese sectarismo de izquierda, corriente unitaria que se puso a la tarea de rescatar toda una herencia de lucha revolucionaria obrera y trabajó una dinámica de alianzas campesinas y popular, y se conectó más adelante con otra corriente en Barranquilla, que nos llevó a participar en una propuesta que se llamó Alianza Obrero Campesina y Popular, una especie de convergencia social que pretendió tener un alcance nacional. Este proyecto nacional sirvió para ir restableciendo los nexos políticos entre los dos proyectos urbanos de dos ciudades: Barranquilla y Cartagena.
La corriente sindical no adoptó ningún nombre pues preferimos que se expresara a través de una práctica unitaria, la solidaridad, la formación y acción en el antiimperialismo. Se desarrolló a través de esta corriente la propuesta de federación unitaria de Bolívar y cuando nació la Central Unitaria de Trabajadores, vimos que no estábamos tan desorientados.
La rebeldía estudiantil
Entre 1977 y 1984 se hizo presente la rebeldía juvenil que estalla en los colegios y universidades de la ciudad. La juventud estudiantil de mayor dinámica de lucha fue la secundaria, que llegó a constituir un movimiento amplio que dio significativas batallas por el bienestar estudiantil; movimiento que encontró en los profesores una motivación, pues desde su condición de docentes estimularon la toma de conciencia de miles de estudiantes.
La situación de los estudiantes era precaria: no existían políticas de transportes, sin servicios de alimentación, poco estímulo al deporte y las canchas de fútbol eran potreros y las mallas de voleibol unas coladeras; el impulso a la investigación era nulo y “los laboratorios eran una cosa de mierda”, recuerdo que así me lo dijo un estudiante del Liceo Bolívar, no tenían lo más mínimo necesario para hacer experimentaciones de lo estudiado en Física o en Química. La excusa de las autoridades era que no había cinco centavos para invertir por el déficit presupuestario existente y que debían aportar los estudiantes un poco de dinero para el sostenimiento de los colegios públicos.
A toda esta situación de los estudiantes, desde el colegio de mayor combatividad en este momento, el Instituto Nacional de Educación Media (INEM), un grupo de los estudiantes se lanzan a una huelga de hambre en las instalaciones de la Unión Sindical Obrera de Cartagena, hecho que atrae la solidaridad de los trabajadores de la Zona Industrial de Mamonal y de los pobladores de los barrios Nuevo Bosque, Ceballos, los Caracoles y otros de la franja suroccidental. Todas eran barridas obreras.
Después de un tiempo la huelga de hambre es victoriosa y marca un ascenso político organizativo en este instituto de enseñanza media, en la cual se destacó Pablito Hipotálamo, quien más tarde fuese jefe guerrillero urbano y un poco después jefe de la guerrilla rural en el sur de Bolívar; también desde esta lucha emergió nuestro Comandante de Dirección Nacional, Samuelito.
Como tal debemos reconocer que nuestro liderazgo se fortaleció y se comenzó a regar ampliamente lo que sería más tarde la Corriente Camilista Estudiantil, otro proceso de identificación política que surgió de todas las expresiones de lucha. Una huelga de hambre que resultó no ser tan de hambre, donde se comía de noche y cuando fuimos a levantar la carpa encontramos un cuarto lleno de cajas de de cartón donde venía empacada la comida.
La lucha por la tierra
Igual estímulo comenzó a tener la lucha por la tierra de los campesinos del centro y norte de Bolívar quienes se organizaban en comités y sindicatos agrarios, también en comités de usuarios de tierra y en Juntas de Acción Comunal. En todo este entramado social organizativo teníamos incidencia política y los comités de usuarios venían de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), referente histórico de lucha campesina.
No nos interesaba tanto unificar todo esto en un solo instrumento organizativo. Lo más importante era poder contar con instrumentos organizativos desde los cuales dar la pelea, organizar la lucha de los campesinos desposeídos de la tierra. Para este momento se organizan las primeras tomas de tierras en el norte de Bolívar en los municipios de Arjona, Santa Catalina, María La Baja, Turbana y se fortalece la lucha de la ANUC por asistencia técnica y créditos en los municipios de San Juan de Nepomuceno, el Carmen de Bolívar, Calamar, San Jacinto. Corrían los años de 1981.
Inseparable de la lucha por la tierra en el campo viene el impulso de las tomas de tierras urbanas en las cabeceras municipales dado que el campesino costeño tiene sus cultivos en el campo pero vive en las cabeceras municipales; sale muy temprano a asistir la parcela y vuelve en las tardes a su vivienda urbana. Como parte de la construcción social en todas las recuperaciones de tierras urbanas y rurales hay destacamentos de estudiantes y profesores desarrollando campañas de alfabetización, de salud, sembrando en un pedazo de tierra de manera colectiva.
Me metí a obrero.
En esa búsqueda de meterme para no volver atrás en la lucha revolucionaria, encarnarme como le aprendí a Manuel Pérez, tomo la decisión de ser obrero, hombre de vanguardia de clase. Además en conversación con Jorge Sincerín, dirigente del núcleo Benkos Biohó, me había hecho la propuesta de meterme a una fábrica para hacer trabajo político organizativo para nuestra organización.
Eso me rondó en la cabeza un tiempo, pero la mejor manera era presentarme al SENA y desde allí buscar el vínculo con una fábrica. Así lo hice. Me matriculé en el SENA en 1978 y comencé a trabajar con un contrato de aprendiz en la factoría Álcalis de Colombia del Complejo Industrial de Mamonal. En esta factoría existía una fuerte organización sindical, baluarte del sindicalismo independiente en todo el país, organización social muy combativa que había salido recientemente, en el año 1977, de un movimiento huelguístico que le costó más de 70 activistas y militantes de izquierda despedidos.
En esa factoría y en esa organización sindical conocí a Enmanuel Solano, compañero fundador del sindicalismo independiente que había sido reintegrado al trabajo luego de sufrir un despido, con quien establecimos conversaciones y acercamientos políticos.
Ambos veníamos de hacer rupturas. Yo venía de romper en el año 1976 con los Comandos Camilistas, y Enmanuel de separarse del PCML; los dos, junto con Elkin quien simpatizaba con el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT), nos metimos de lleno a una militancia con una consigna: la unidad y convergencia para superar los ismos que tanto daño causan, entre ellos el vanguardismo, e iniciar un proceso de formación política en un trabajo de base.
Este trabajo de base nos condujo al ELN, organización que se fundamentaba en el pensamiento de Camilo pero también en su ejemplo de acción. Este objetivo lo fuimos compartiendo con Enmanuel primero y para ese momento fue compartimentado en relación con Elkin porque no queríamos causarle una decepción política pues estaba muy encarretado con el MRT al que veíamos con poca certeza y consecuencia.
Enmanuel por su trayectoria político sindical tenía muchas relaciones políticas, conocía compañeros que habían sido elenos y se habían dispersado ante la represión desatada por la captura de lo que se llamó los curas guerrilleros en la zona de Pasacaballos en 1976. Yo conocía compañeros de la lucha barrial, a cristianos y entre ellos una relación política con compañeros de la corriente de Nueva Escuela, proyecto pedagógico en donde incidían unos compas que más tarde se vincularon al ELN al no cuajar su proyecto de organización armada MRT. También conocía relaciones comunales, artísticas y campesinas que poco a poco fueron sintonizándose con el nuevo camino.
Mariela, una compañera de extracción campesina y muy relacionada con el trabajo cristiano, que tuvo que replegarse cuando la detención de los religiosos, logró reconectarse y cumplió gran papel de articulación campesina y con el trabajo cristiano revolucionario, de los cristianos por el socialismo.
Comenzamos los compas Enmanuel, Elkim y mi persona a tejer procesos de relacionamientos y dinámicas de acción de bases haciendo los primeros contactos entre diversos compas provenientes de diversas organizaciones y corrientes de izquierda y del cristianismo también con compas del trabajo estudiantil.
El objetivo para ese momento fue motivar la organización y lucha social desarrollando alrededor de ella la solidaridad en la práctica sin distinguir quién y qué corriente impulsaba esa lucha. Decíamos solidaridad en la práctica porque eso tiene la connotación de permanecer en el territorio donde se da el conflicto. Los tres compañeros hicimos un acuerdo de respetar la militancia de los que teníamos compromiso o simpatías pues ya era claro para muchos de nosotros que habíamos contraído matrimonio con el ELN. En este momento los que comenzamos a militar con los elenos lo hicimos a partir de unas ideas y los principios aglutinadores.
En cada encuentro nacional amplio a los que asistimos buscábamos la revista Insurreción y cualquier documento de la cantidad numerosa de sectores y núcleos elenos que se editaban en todo el país y esto nos servía de alimento político.
Otro acuerdo pactado fue que el proceso de convergencia no nos comprometía orgánicamente con ninguna corriente de izquierda, pero éramos solidarios con todas las luchas y organizaciones consecuentes lo cual nos permitió conocer a profundidad al M19, a las tendencias Marxistas Leninistas, al EPL, pues éramos solidarios con ellos quedando claro que éramos independientes. Me acuerdo ahora que lo mismo le dijo Domingo Laín a los compas del EPL, somos solidarios pero elenos.
Quedó establecido con claridad que todos debíamos desplegar trabajo de base y que todas las personas que acercáramos tenían que pertenecer a un trabajo social fuese barrial, estudiantil, campesino, cristiano, obrero, cultural, etcétera. No queríamos meros activistas en solitarios. De este acuerdo participaron otros compañeros y compañeras que habíamos contactado. Participamos Enmanuel, Cristóbal (Kalet Gómez que venia de lo estudiantil), Everardo Ramírez y mi persona, de los cuales tres terminamos metidos de pies y manos en el ELN pues el Cura Everardo todavía tenía cierta reticencia y se inclinaba hacia el M-19.
Todos ponemos. Teníamos en ese momento una apertura amplia en los relacionamientos políticos que nos permitió tener un mayor conocimiento de los proyectos políticos en el país como una manera de romper el aislamiento político nacional. Con esta visión se participa, junto con los compas de la corriente camilista de Barranquilla, en el proyecto alianza obrero campesina y popular en donde hacía presencia el M-19, sectores indígenas del Cauca, el Centro de Investigación Nacional y Educación Popular (CINEP), y otros. También activamos el relacionamiento con el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, con distintas escuelas nacionales y regionales, con el Frente Estudiantil Revolucionario Sin Permiso, con cristianos de la revista Solidaridad.
Estas relaciones se iban concretando porque cada uno de los compas íbamos poniendo al servicio de la convergencia política lo que teníamos de contactos y relaciones políticas pues decíamos que era en ese compartir donde íbamos haciendo posible superar los ismos y parcelamientos que le restaban posibilidades a la revolución, de ser auténticos con aquello de la unidad en la diversidad, una de las claves del pensamiento y acción camilista.
El relacionamiento amplio lo hacíamos sin dejarnos condicionar una militancia pues desde el momento en que fuimos convirtiéndonos en una fuerza social importante nos llovían propuestas de afiliación partidaria. Y los elenos allí haciendo por debajo, cual hormiguita, todo el despliegue político para atraer a más compañeros en esa convergencia. “Puro camilismo compas” comentó una vez Samuelito cuando le comenté un poco esta historia.
Proyectando la educación
En la medida en que crecían los procesos de base social fue muy necesario cualificarlos. Todos los compas con vocación y capacidades formativas nos fuimos metiendo a constituir procesos de educación obrera y popular. Yo no tenía experiencia pero me sobraban las ganas. Al principio para mí fue algo novedoso pues no tenía ninguna experiencia, además mucho miedo de hablar en público y del salario saqué unos pesos y me compré una máquina de escribir Olivetti.
Esto era toda una innovación para mi y me puse a aprender escritura en la máquina y me parecía un pájaro comiendo alpiste o una gallina comiendo maíz. Daba un teclado ahora y se me perdía el resto de letras… daba puro picotazos jajajaja. Y se le da la pendejada a Enmanuel y a Everardo que debíamos entregar una guía escrita para unificar temáticas. Y me asignan la temática de filosofía e historia de la lucha popular. “Ahora sí me las arreglé yo”, o sea ahora si me jodieron, dije cuando me dieron esa responsabilidad.
Menos mal Yo había leído un poco de historia de Colombia crítica, pero eso de la historia del movimiento social popular ni jota. Y de la filosofía uno había estudiado lo más elemental. Pero me le metí a estudiar, a aprender a escribir, a leer historia de la lucha de los trabajadores, los mensajes de Camilo, a releer algunos textos de marxismo y dije palante es pa allá.
Hicimos una asociación de compañeros que habían realizado cursos sindicales u otras actividades formativas. Que vaina, me colé por que Yo era el único que no había hecho ningún curso y me metí en la colada. Comenzamos con un primer cursillo sindical para fortalecer un grupo de dirigentes y consolidar el tejido social de los trabajadores y poco a poco se fue extendiendo la educación a todo un tejido social popular. Y lo más importante me fui convirtiendo en un referente social y político para muchos procesos sociales y organizaciones, porque me iba en los días de descanso del trabajo, y después de salir de la fábrica, a hacer cursos de todo tipo en los barrios, en veredas cercanas, en universidades y colegios y en unas organizaciones sindicales.
Cuando la gente me veía llegar expresaban: “Allí viene uno de los camilistas”. Poco a poco en la medida en que el trabajo se iba extendiendo crecían las urgencias de tener una coordinación social más estable que agrupara el acumulado social en las barriadas populares, los obreros, campesinos y a la acción cristiana. Crecían los urbanismos populares y se parió un frente de barrios que se le puso por apellido pobres. O sea Frente de Barrios Pobres.
En la fábrica aprendí el oficio de mecánico industrial y me gustaba andar sucio de aceite y con olor a gasolina. Me sentí orgulloso de ser obrero de base compartiendo conocimiento y saberes de otros. La alegría de ser obrero brotaba todos los días y si me dijeran hoy que quiero ser diría sin temor obrero.
Trabajaba turnos de ocho horas que variaban semanalmente en sus horarios; una semana laboraba de seis de la mañana a dos de la tarde y descansaba los martes, otra semana lo hacía de dos de la tarde a 10 de la noche y descansaba los jueves. En esos talleres de mecánica se daban conversaciones políticas, hacía preguntas, despejaba dudas, fui creando amistades. Sentí el cariño de los obreros, ese hermanamiento de clase pues nos mirábamos como los mismos. Un gran calor humano, la solidaridad, la ayuda, la enseñanzas de los torneros y mecánicos antiguos. Toda una universidad del saber y de respirar los sentimientos de los explotados.
Sentí en esos años mucha alegría porque ser obrero revolucionario también era al mismo tiempo ser un referente para otros sectores sociales y muchos si éramos obreros de Alcalis de Colombia o de Energías de Bolívar o de Ecopetrol, siempre apreciaban el esfuerzo colectivo.
Los comités de lucha estudiantil por los derechos humanos y el desarrollo de paros, huelgas de hambre y otras formas de luchas eran trincheras donde permanecí conviviendo cotidianamente. Por eso me negué a ser dirigente gremial de cualquier sector social porque era encadenarme o amarrarme a un dinámica un tanto burocrática. Ahora creo que aquí nació mi vocación de ser más de base que dirigente y líder y me niego a comandar, sino siempre más es estar. Ese momento no tenía mucha consciencia de lo que era una proyección política que venía forjando. Creí que era un militante y nunca pensé en ser militante dirigente o militante líder.
Fuimos conectando poco a poco los trabajos de los sectores sociales a cuestiones más nacionales. Lo estudiantil se fue conectando al Frente Estudiantil Revolucionario Sin Permiso, liderados por Cristóbal (Kalet Gómez Padrón). Para este momento no se organizó un instrumento campesino sino que optamos por el impulso del trabajo campesino con una variedad de formas organizativas que iban desde los procesos concretos de la ANUC, los sindicatos agrarios municipales y departamentales y los comités agrarios en lo cual destacamos a compañeros que provenían del frente estudiantil y de las luchas agrarias.
Con el trabajo campesino constituimos un equipo de trabajo al cual le llamamos NOSOTROS, en el que participaron Pablo Hipotálamo, una abogada, Ubaldo, José y Norberto. Todos estos en el trascurso de la vida fueron incorporados a la construcción de los distintos frentes guerrilleros rurales del ELN en el Karibe.
Las jornadas camilistas
Para los años ochenta impulsamos las jornadas camilistas con diversas acciones que fueron desde las celebraciones litúrgicas en las plazas de la ciudad, en los barrios, en los poblados rurales y sedes sindicales, hasta la participación en las movilizaciones en la ciudad con una columna numerosa de compañeros y compañeras. Desde ese momento nos dejaron de llamar los independientes para ser identificados como los camilistas, lo cual llevó a que se apartaran algunos que pertenecieron al Partido Comunista ML, a quienes no lo vimos más ni en las curvas.
Justo en ese momento comienza a vincularse a la convergencia camilista el compañero obrero Juancho Piña, Jorge Ortega García, gran líder de los trabajadores eléctricos, compañero de amplia trayectoria en la lucha campesina desde los tiempos de la ANUC y que venía en proceso de reconectarse con el movimiento revolucionario y encontró en el camilismo una opción política firme.
En el impulso de las jornadas camilistas se nos presentó Ricardo Lara Parada en la ciudad de Cartagena, no recuerdo bien el año, pero era para conversar sobre la vinculación a su proyecto, que no fue aceptado por la convergencia de compañeros y compañeras que formábamos el agrupamiento camilista. Si bien impulsábamos el pensamiento de Camilo no estábamos para etiquetarnos con un agrupamiento nacional del cual conocíamos muy poco y sabíamos que su líder, Lara Parada, había desertado del ELN.
Nuestra fuerza política tenía mucha receptividad por dos elementos. De un lado por la consecuencia con la solidaridad sin afectos partidarios, de manera incondicional y siempre estábamos presente donde había conflictos sociales, o de otro lado, porque éramos los impulsores de esas luchas de manera directa; es decir, donde había conflicto allí estábamos o las impulsábamos. Parecíamos la mamá del Flecha, nombre que asumió David Sánchez Juliao para relatar cuentos, buscando peleas todo el tiempo y donde fuere.
Esto nos hizo ganar la confianza de muchos, y la persecución sostenida de la fuerza represiva del Estado. De otra parte, en cuanto a la capacidad de liderazgos llegamos a tener una camada de 40 líderes reconocidos local y regionalmente con un fuerte discurso unitario, convergente y clasista, expresión del claro compromiso de clase y pueblo.
El camilismo nos hizo más unitarios, más del trabajo de base, más de creación de equipos de líderes y amantes de la diversidad. La debilidad más notoria fue que no veíamos con claridad la construcción de la dinámica militar por poca experiencia concreta que teníamos, aunque animábamos la lucha militar de masas, pues al ser protagonistas en los conflictos sociales hacíamos del enfrentamiento callejero una práctica concreta a cada momento, a la cual debíamos responder de manera masiva y popular. Teníamos una capacidad de defensa masiva y de lucha callejera.
Un acontecimiento político muy importante para los años ochenta, más exactamente febrero de 1980, fue el impulso y realización del encuentro nacional de solidaridad y protesta convocado por un acuerdo entre la Federación de Trabajadores del Cauca (FetraCauca), y el sindicato nacional de trabajadores del Álcalis (Sintralcalis), celebrado en la ciudad de Zipaquirá. De este encuentro se reactivó la coordinación de todo el trabajo clasista en los trabajadores tanto los confederados como los no confederados dejando claro que lo clasista no estaba solo por fuera de las centrales obreras patronales.
Este fue un espacio propicio para articularnos a una dinámica nacional sindical en una corriente que se comenzó a impulsar nacionalmente. El encuentro nacional de solidaridad y protesta nos dio buena proyección en la ciudad y en todo el norte y centro de Bolívar, porque era parte de nuestra filosofía, la coordinación de los conflictos sociales más allá de lo sindical y basados en la solidaridad. Nos metimos a militar con la futura corriente sindical los Colectivos de Trabajo Sindical.
Nace la primera estructura del trabajo amplio
Era muy motivador para todo el despliegue de la lucha popular y la convergencia unitaria que impulsábamos, la revolución nicaragüense y salvadoreña que fortaleció la participación cristiana en la lucha revolucionaria, el papel de la insurrección popular al igual que todo el proceso revolucionario centroamericano. Fue un tejer del camilismo con el guevarismo, el sandinismo y el furibundismo que hacen presencia con la convergencia entre pensamiento y acción, lo cual facilita la comprensión de la lucha armada y del pueblo como sujeto constructor de su propia historia. Todo esto y las relaciones que se van logrando con el ELN van facilitando que el proceso político organizativo inicie las construcciones de sus primeros núcleos políticos clandestinos y se teja un andamio organizativo.
Para fines de 1982 comenzábamos pues a darle organicidad político amplia a la influencia social de manera básica, estructurando los núcleos por sectores sociales y una forma de plenaria general. Hacíamos plenarias generales de delegados de todos los núcleos territoriales y núcleos de sujetos sociales. También plenarias por territorios y sujetos. Se estructuran núcleos de coordinación por territorios y por sujetos que eran la dirección real de todo el proceso político organizativo.
Logramos avanzar en la difusión de un periódico Nosotros que divulgaba las luchas y la situación de coyuntura que había comenzado con el trabajo campesino. Algo transversal fue la educación política a través de una campaña de alfabetización que denominamos Caminemos, que respondía a la necesidad de elevar el conocimiento de toda la influencia barrial, obrera, campesina, estudiantil y de trabajo cultural. Desde esta campaña motivábamos la formación de organizaciones sindicales, de juntas comunales o comités de vecinos y comités eclesiales de base.
Nos dotamos de un análisis permanente de coyuntura. Nos alimentábamos mucho de la revista Alternativa con sus historias prohibidas, de la revista Solidaridad que era un aporte cristiano sustancial, de los mensajes y escritos de Camilo Torres Restrepo ya que el Frente Unido del Pueblo era una guía en la acción organizativa para formar núcleos y equipos de líderes, también nos alimentaban los testimonios de la guerrilla centroamericana, sobre todo del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua y los de los combatientes del Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional (FMLN) del Salvador. Un alimento bastante bueno fue conocer el Simacota número 12 y conseguimos un documento titulado Mentalidad de Guerra.
Estos dos documentos fueron claves para elevar nuestra práctica revolucionaria y nos llenó de mucha alegría. Yo encaleté tanto el libro Simacota como el documento Mentalidad de Guerra, aunque mi abuela los encontró un día organizando el cuarto, cuando llegué de trabajar en la venta de periódico me preguntó: “¿Hijo, tú eres un guerrillero del ELN?”. Le respondí “no mami, yo solo soy activista popular y vendedor de periódico”. Rechazó mi excusa y me dijo “no me mientas, mirá lo que encontré en tu cuarto”.
Y comenzó con la vieja un buen debate sobre si era pertinente o no mi pertenencia al ELN, pues ella estaba de acuerdo que fuera activista popular y vendedor de periódico, nomás. Después de muchos debates y un tiempo le dije, mami tu eres la culpable que yo esté en el ELN, por que usted me enseño el amor a los demás y la justicia. Se echo a reír y me dio una soberana nalgada. Siga hijo, pero no traiciones…